Antonio Reyes, Pedro el Granaino. Festival Flamenco Madrid
Cada año por estas fechas me pasa lo mismo. No dejo de rumiar la manera de acabar con el festival de Eurovisión. Un día pensé que la mejor manera de hacerlo era reenviar a Remedios Amaya al concurso acompañada de nuestros grandes músicos con los que ha colaborado (Diego Carrasco, Jorge Pardo, etc). Eres un iluso, me dicen: “en ese festival la música en directo está prohibida”. Así que vuelves al teatro Fernán Gómez al Festival Flamenco de Madrid después de dos años de sequía por la pandemia y María Larroca presenta el evento de forma breve y directa.
Se abre el telón y se enciende un foco sobre un cantaor que comienza a interpretar la “Nana del Caballo Grande” del otro lado del escenario aparece otro cantaor que completa los versos de Lorca que cantó Camarón en 1979. Soy “fan” de las puestas en escena de Ángel Rojas. Son un canto a la sencillez y resuelven en un instante la presentación de los dos artistas. Uno es de Chiclana (Cádiz) el otro lleva Granada en la frente y van a hacer un mano a mano con la ayuda de Joni Jiménez, un tocaor enorme del rastro madrileño con inspiración en Caño Roto. Empezar por Camarón y por “La leyenda del tiempo” es algo que nos une a todos los presentes y nunca nos dejan de sorprender las polémicas que aquel disco levantó entre la afición.
Se sienta Antonio Reyes, los nudillos marcan el compás por soleá, hay una silla y mucha “reverb” que provoca un eco como la catedral de Burgos. Lo de la “reverb” es uno de los vicios más grandes de los cantaores de los últimos 40 años que se han pasado la mitad de los conciertos implorando al técnico “súbeme la reverb”, que viene a ser un “cómeme la oreja” en los preludios sexuales. Ya saben que algunos artistas piensan que se entregan al público como un acto de amor en el que el técnico de sonido actúa de Celestina.
-Quita la puta reverb, me pareció escuchar (o lo pensé) mientras se multiplicaban las voces que protestaban por el abuso del artilugio.
Siguió la cosa por tangos, Antonio tiene un “lorailolailo” en la voz que siempre me parece que va a cantar por la Marelu tal y como lo hizo en su disco de 2015 con Diego del Morao. En lugar de eso volvió a Camarón y su “Rosa María” ya saben que los tangos extremeños fueron una de las grandes influencias del mito de San Fernando, fuera a través de Juan Cantero, La Marelu, Ramón el Portugués o la Kaita (pero eso volveremos a recordarlo en la gala final de festival dedicada a Camarón). El caso es que Antonio concluyó su primera parte por seguiriyas sin que acabara de estar a gusto del todo con el sonido.
Joni Jiménez ofreció otra pieza en solitario que me resultó tan enigmática como el deseo de que grabe un disco que seguramente no comprará nadie ¿Recuerdan la última vez que lo hicieron? ¿Era un disco de guitarra?
Con la silla del cantaor caliente apareció Pedro el Granaino y a la primera se acordó de su tierra y del rey Moro, ahora que se está intentando borrar de las academias la bobada esa de la “reconquista”. Luego cantó algo que tengo en mi memoria interpretado de otra manera por Enrique Morente, quizá era algo de Chacón. El caso es que recuperamos el susurro y la media voz. En estos casos se agradecerían los subtítulos para los que estamos más pendientes del cante y la emoción de lo que se está cantando . Claro que eso lo resuelven algunos (sin recurrir a Matrix) anunciando lo de “voy a cantar por tal” o “por pascual”. Claro que también está el artista que no sabe por quién o por dónde va a cantar. Aquí puede ayudar el “multiverso” o algo tan modesto como contar “he cantao por fulano o por mengano”. No es imprescindible.
El Granaino volvió por Camarón en la taranta:
“Y que arañaba con las uñas
un niño como un león
y arañaba con las uñas.
es que hubo una derrumbación,
y en una mina de Asturias
ay, su pare dentro queó”.
Ese cante siempre me pareció el aviso para una huelga general. Ciencia ficción.
Apareció una silla más y arrancaron por bulerías, alternando las letras. Resuelto el toma y daca, los cantaores se vengaron de las amplificaciones cantando de pié y sin micros. Lo que nos hace añorar la sala García Lorca de la fundación Casa Patas. Un concepto que vale la pena recuperar y, “ya-si-eso-otro-año-acabamos-con-eurovisión”.