Título: Estudio sobre el cante de Lebrija. Cante e idea original: José Valencia. Guitarra: Juan Requena y Pedro María Peña. Palmas: Manuel Valencia, Juan Diego Valencia, Tarote y Alonso Carrasco. Artista invitada: Anabel Valencia. Lugar: Auditorio Nissan Cartuja. Bienal de Flamenco de Sevilla. Fecha: Jueves, 26 de septiembre de 2024. Aforo: Lleno
Escuchando a José Valencia el jueves en la presentación en la Bienal de Flamenco de Sevilla de su ‘Estudio sobre el cante de Lebrija’ se me vienen a la mente pasajes de la magnífica novela de Jesús Carrasco ‘Llévame a casa’. Cómo, aunque uno lo pretenda, jamás puede escaparse del hogar en el que nace.
No porque el cantaor haya tenido antes intención de alejarse de su tierra (de hecho aquí reproduce casi al completo su repertorio habitual) sino porque esta vez, como hace de manera extraordinaria el escritor, abrió las puertas de su casa para invitar a los espectadores a compartir mesa, con la naturalidad y la familiaridad que hemos tenido la oportunidad de vivir con él en días como cuando le concedieron la Giraldilla Flamenca en la Peña Pepe Montaraz. «Viva Lebrija, todo es Lebrija. Lebrija es cuna, es vida, es principio y fin y la historia así lo demuestra. Hoy a esta hora todo es Lebrija. No sé si mejor o peor pero es lo que yo quiero y lo que traigo», reivindicó.
De esta forma, en un ambiente acogedor, el artista dio un paso al frente para abanderar el riquísimo legado de este pueblo, arropado por un público entregado, que le animó y alentó desde que arrancó por tonás y deblas. Así, demostró una vez más su poderío escénico y vocal, presumiendo de compás, jugando con los volúmenes y las modulaciones de los tercios, dando a cada sílaba una intención y poniéndole carácter al cante.
Además, el conocimiento y la versatilidad del lebrijano le permite asumir un amplio y diverso repertorio (soleá, tientos, cantiñas, tangos, seguiriya y despliegue de bulerías al golpe), afrontando con la misma soltura y seriedad los palos serios que los festeros que, en esta noche, marcaron más de la mitad del recital. “Ya estamos de fiesta, señores”, dijo en varias ocasiones.
Sin duda, los momentos más emotivos fueron cuando Valencia recordó las galeras del universal Juan Peña ‘El Lebirjano’, sumándose al toque melodioso de Juan Requena el sonido minimalista y esencial de Pedro María Peña (hijo de Pedro Peña y sobrino de Juan) para mecer juntos ese lamento que es un grito del pueblo gitano por los golpes que me han despertado y las lágrimas que me han dormido.
En este “pequeño resumen de lo que hay en mi tierra que para mí es lo mejor», explicó, el artista que más Giraldillos tiene de la cita jonda, estrenó el Romance de las Caracolas, una composición inédita del recientemente desaparecido, Pedro Peña, que le sirvió para rendir tributo “a los grandes de la tradición oral que se nos han ido” y a los que, como Manuel de Paula, al que llamó improvisadamente a sumarse con las palmas por bulerías, “todavía nos quedan”.
En esta línea, el cantaor no quiso dejar pasar la oportunidad de darle su sitio a las mujeres “que en mi tierra que es un matriarcado, son fundamental”, apuntó. Para ello, contó con una de las jóvenes herederas de ese legado, la cantaora Anabel Valencia, que se unió también a las arrebatadoras bulerías.
A este compás de doce tiempos estuvimos enganchados hasta el final viendo al artista en lo suyo, derramando desparpajo y energía y pasando del arrebato al susurro. Y en esto está precisamente lo más interesante de José. Que de manera inteligente no trató de traer un ensayo sobre su herencia cantaora, sino vivirlo desde lo que guarda en su memoria, y expresarlo en libertad. Qué mejor manera de hacer honores a su pueblo.
Debe estar conectado para enviar un comentario.