El Purili y Cancanilla, ni cante ni baile (y da igual si se lo perdieron)

Purili & Cancanilla - La Bienal

Purili & Cancanilla - La Bienal

Título: Cantaores que bailan. Cante: Alonso Núñez El Purili. Guitarra: Domingo Rubichi. Percusión: El Tripas. Palmas: Guille del Moreno y Manuel Soler. Cante: Cancanilla de Málaga. Guitarra: Chaparro de Málaga. Palmas: La Sole. Lugar: Teatro Alameda. Bienal de Flamenco de Sevilla. Fecha: Viernes, 27 de septiembre de 2024. Aforo: Tres cuartos.

Por su singularidad y porque estamos faltos de un flamenco distendido que nos invite a celebrar la vida y sonreír, el encuentro entre Alonso Núñez ‘El Purili’ y Cancanilla de Málaga era uno de los más esperados de esta Bienal de Flamenco con sobredosis de jondura. Al menos por los aficionados cabales, que no tanto por el público general que este viernes entre la Carrera Nocturna, la Noche en Blanco y otras tantas propuestas que inundaban la ciudad apenas llenó poco más del medio aforo del Alameda.

Claro que el arte que practican estos dos Cantaores que bailan, como se titulaba la propuesta, bebe de una atmósfera tan concreta que en un teatro cerrado y a oscuras pierde el sentido. Por eso, lejos de encontrarnos con estos expansivos y frescos artistas, que tantos otros ratitos de inspiración nos han regalado, asistimos a un monótono recital donde, por repetir, El Purili repitió incluso una letra por bulerías. En fin.

Así, en la hora y algo que duró el concierto, el joven de la Línea se hizo un cante por soleá, seguiriya y bulería donde se le vieron maneras de artista y seguridad en la voz, pero sin llegarnos a arañar en ningún momento. Por su parte, Cancanilla, más entregado y con más gusto, deleitó con su eco dulce y melódico en su repertorio de soleá por bulerías, tientos-tangos y -de nuevo- seguiriya. Pero sin más.

Pasa también que en el flamenco la limitación en los registros y estilos no perdona y estos cantaores, capaces de arreglar cualquier noche de fiesta, resultaron planos, ejecutando el cante desde el mismo lugar, sin jugar con la modulación de la voz, los volúmenes, el compás, los silencios o el quejío. Sin hacernos temblar.

Pensamos que el fin de fiesta por bulerías con los dos de pie sin microfonía y los palmeros y guitarras que los acompañaron (y que para algunos salvaron la noche) prometía eso que veníamos buscando. Pero, al contrario, resolvieron con dos letras más y una pataíta de ángel y para casa sin cante ni baile. Así que no se perdieron nada. Lo bueno, que fue rápido.

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