Texto: José Manuel Gómez GUFI
Fotos & video – Rafael Manjavacas
50 años de El Pele. Teatro Nuevo Alcalá de Madrid.
18 diciembre 2017.
El cante de El Pele es una llamarada que se inflama en un instante y que pone en combustión a cualquiera que se ponga delante, más o menos como la definición de fogonazo. Uno entra en el nuevo teatro Alcalá y recuerda que en el viejo vimos a Dizzy Gillespie, Art Ensamble de Chicago, Piazzolla, Sun Ra y también a Fernanda y Bernarda, al “sólo quiero caminar” de Paco de Lucía”, a Pata Negra y a muchos genios de la música popular y sabemos lo complicado que es llenar un espacio así en Madrid un lunes con una organización desconcertante en su política de comunicación.
El caso es que ahí estaba El Pele celebrando sus 50 años en el tajo y estaban los amigos y fue un concierto a fogonazos, de esos que te queman la cara si te acercas. El primer fogonazo fue con el pianista Dorantes con Miguel Poveda cantando por Manolo Caracol que ya saben que tenía superpoderes cantando a media voz o eso es lo que contaba Lola Flores de sus susurros. La cosa empezó enduendada con el piano de David pero ni el Pele ni Miguel son de esos que se aguantan cantando bajito y al rato lo habían convertido en un duelo amistoso, un pulso amable de los que te dejan el brazo descompuesto. Contó Poveda que era un privilegio estar ahí y ahí estuvimos todos de acuerdo que no salíamos un lunes desde que eran los lunes flamencos en el Revólver.
Canta el Pele por soleá: “estaba soñando conmigo y la dejé dormir” y la tiene grabada con Jorge Pardo en el disco “Djinn” en uno de los momentos cumbres de esa grabación y la soltó ahí sentado entre Pedro El Granaino y Arcángel. Aquí hay que apreciar el riguroso diseño artístico del concierto añadiendo voces y compás al asunto.
El Pele ha conseguido sobrevivir a su mayor éxito, aquel disco hecho a medias con Vicente Amigo del que recordó una copla difícil de olvidar, o de recordar, según el día; aquel “poeta de esquinas blandas” que contenía uno de los grandes estribillos de nuestra historia musical: “Vengo del Moro”. Un tema que canturreaban hasta la señoras aquellas que bailan sevillanas para quedar bien con las vecinas y lucir palmito y tal. Una canción transversal que dirían ahora, de esas que rompen la política comunicacional del embudo al que está sometido el flamenco. Un pelotazo de canción. El momento álgido de cualquier concierto, la razón que tienen los recién llegados para pagar una pasta por la entrada. La canción que citan los políticos que sólo se saben una: “Entre dos aguas”, “la chica de ayer”, “Volando voy”, “vengo del moro” o “los tiempos están cambiando» y va el Pele y saca a un violinista de su tierra, Paco Montalvo que le mete fuego a la melodía de marras y…
Na de na, ni unas palmitas, ni un coro, ni un hacer la ola, lo normal en un concierto como Dios manda. Nos hemos vuelto unos flamencólicos de mierda y me duele decirlo y casi sangro al ponerlo por escrito. Estamos de un trascendente casi insoportable.
Total que Manuel Moreno Maya hizo un gesto como que ahora tocaba jarana y confusión y el teatro entero le hizo la cobra. Y yo el primero. Así que reconozco que está mal, que esas cosas son feas.
Así las cosas pasaron un montón de amigos. Toñi Fernandez, María Terremoto, Sorderita, Encarna Anillo, José Anillo y hubo fogonazos y llamaradas a gusto de cada cual.
Y salió Lín Cortés que le hizo un saludo cariñoso a su tío, un gesto de complicidades y vanguardismos de rock y tela marinera. Un “Siusvaisaenterar-ustedes-vosotros” y como estaban Tino Digeraldo a la batería Carles Benavent al bajo y Jorge Pardo a la flauta enduendados arrancando ¡oles! y ¡vayapordioses! atacaron “El alma” del disco de un Lín Cortés con el flequillo pa´rriba como Hendrix, sabiendo que tenían cinco o seis minutos para parar el planeta y ponerlo a girar pa´lante y pa´trás. Y El Pele hizo cumbre y como ni tenía bandera ni eso era el Everest se abrazó al Benavent porque la cosa tenía su mérito y de ahí a las bulerías… y salió Pitingo y los amigos de antes y fue un puntazo salir el lunes.
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