El Pele, como la estrella que es

El Pele - Mapa Mundi

El Pele - Mapa Mundi

Espectáculo: Mapa Mundi. Cante: Manuel Moreno Maya ‘El Pele’. Guitarra: Dani de Morón, Salvador Gutiérrez y Niño Seve. Chelo: Fernando Jurado y Juan Carlos Toribio. Percusión: Paquito González. Palmas: Bobote y Torombo. Baile, artista invitada: Pastora Galván. Dirección musical: José Miguel Évora. Fecha: 16 de noviembre de 2019. Lugar: Gran Teatro de Córdoba. Ciclo: XXII Concurso nacional de Arte Flamenco de Córdoba. Aforo: Casi lleno.

Texto: Sara Arguijo

Empezaré por hacer un ejercicio de constricción para tratar de olvidar las decenas de personas que llegaron tarde al teatro y obligaron a levantar filas enteras mientras en el escenario se oía ya la emotiva y acogedora voz en off de la madre de El Pele tarareando por seguiriyas. Dejar a un lado los móviles que sonaron mientras el cantaor se arrancaba por martinetes o los flashes que saltaban en cualquier momento y no pensar en todos los que decidieron, sin pudor alguno, que cualquier momento es idóneo para entrar y salir de la sala (no creo que todos tuviesen necesidad de ir al baño en una hora y media de espectáculo). Por supuesto, intentaré obviar a los impresentables que tenía detrás y que se pasaron la obra entera hablando como si estuviesen en el salón de su casa -con la misma libertad y el mismo volumen- e incluso escuchando audios de otros colegas que les esperaban en no sé qué sitio. Pero, ciertamente, sin ironía ninguna, es lamentable que Córdoba y su Concurso Nacional se permita esto. Y, a pesar de que intente ser justa con el artista y los lectores, y hablarles del espectáculo, entenderán que la reseña esté salpicada de rabia. En fin, una pena.

Metiéndonos en materia, hay que valorar sobre todo la valentía de El Pele para salirse de su zona de confort y abandonar la silla de enea para sumergirse en este Mapa mundi, que se presenta como un repaso por las vivencias y los recuerdos que le han llevado a cantar como canta. Así, bajo la dirección musical del compositor y productor José Miguel Évora, el cordobés vuelve a situarse como uno de los cantaores más personales y completos del flamenco, abordando con absoluta solvencia y maestría un amplio repertorio que va desde la malagueña a la seguiriya, desde las bulerías a la taranta o desde el martinete a las alegrías.

Además, con gran acierto, El Pele rompe la estructura habitual de los recitales y toma posición sobre las tablas para desplegar su carisma. Moviéndose en la escena, interactuando con los músicos, cambiándose de vestuario incluso y, en definitiva, creyéndose la estrella que es. Porque, -lo pueden comprobar en cualquiera de sus actuaciones-, es de los pocos cantaores flamencos que tiene un repertorio propio y reconocible por todos. Temas (llamémoslo así) y letras maravillosas que hemos aprendido en su boca y con las que ha conseguido trascender a la afición más ortodoxa y llegar a un público más amplio, que igual no sigue a otros cantaores, pero sí a El Pele. Quizás, porque como demostró cuando recordó Los amantes, las bulerías que grabó con Vicente Amigo -quien por cierto quiso acompañarlo desde le patio de butacas-, sabe hacer suyas las letras y amar cuando canta al amor.

Así, en Mapa mundi disfrutamos del cante enduendado de este artista único, de cómo modula y mece los tercios, de cómo mastica las palabras, y de cómo contiene la emoción para luego lanzarla toda en un arrebato. De su cante hablado y herido, de la naturalidad con que dispara las notas y del señorío con que se pasea. De su sensibilidad. De su pose de genio a veces despistado y torpe y otras infalible. De sus alegrías saboreadas y dulces y sus soleares cautivadoras, que son marca de la casa. Sí es verdad que en este estreno encontramos a un Pele todavía nervioso y que el espectáculo puede resultar intenso en lo emocional y hasta destartalado. Pero, sin duda, fue un placer reencontrarse con este “¡Grande Pele!” arropado por un elenco exquisito que le supo dar el calor necesario en cada momento. Desde el compás pasional y eufórico de Torombo y Bobote, a la percusión infalible y colorista de Paquito González, el aplomo y la elegancia de los chelos o el baile sensual, arrebatador y desafiante de Pastora Galván. Y las guitarras elegante y precisa de Salvador Gutiérrez; creativa y entusiasta de un Niño Seve maravilloso e inspirador; y magistral la de un Dani de Morón entusiasmado, que arrancó aplausos en varias de sus falsetas con su toque vehemente y voluminoso.

 
 

Fotos: Rafael Alcaide

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