El domingo 29 de octubre, dentro del mismo festival y en la misma ciudad, el aficionado flamenco barcelonés pudo empezar el día escuchando a la cantaora Sara Sambola cantando los tangos de Al Gurugú sobre una base de reggaeton, pasar la tarde en L’Auditori escuchando cómo tocaba una rondeña Ramón Montoya en la guitarra de Alejandro Hurtado, y terminar el día disfrutando de un clásico cuadro flamenco en el Tablao Cordobés. Así de heterogénea ha sido la programación del festival Ciutat Flamenco, que durante más de tres semanas ha ofrecido por las salas de Barcelona tanto recitales del cante y del toque más primitivos como muestras del futuro del género.
David Leiva, guitarrista flamenco y director artístico del festival, da cuenta de esta apuesta por el equilibrio entre el peso de la tradición y la potencia de la vanguardia: “El flamenco tiene muchos caminos y es la música de este tiempo, ¿quién lo va a frenar? Hay que apostar por todo, no sólo por lo tradicional, y si los ortodoxos dicen cosas, que las digan”, explica.
Uno de esos caminos renovadores lo recorren la cantaora Sara Sambola de la mano de los sintetizadores y los teclados de Carlos Cuenca. En el Tablao de Carmen, empezaron su concierto con la voz de Lola Flores recitando aquello de “Ay qué trabajo me cuesta el quererte como te quiero por tu amor me duele el alma, el corazón y el sombrero” sobre una base electrónica, versionaron la canción ‘I love you’ de Billie Eilish sobre un compás por tangos y acabaron sampleando la voz de Camarón en la mítica entrevista en la que declaraba: “La pureza no se puede perder nunca. La gente a mí no me comprende, pero yo no le echo cuenta, yo voy a mi aire”. Cuenca, productor musical formado en flamenco por la ESMUC, dejó claras su posición e intenciones con el género: “El flamenco es una ciudad sin puerto, un lugar abierto sin filtro. Nos dejamos sorprender porque sin sorpresa tampoco hay flamenco”.
Uno de los senderos menos transitados por el flamenco ha sido su encuentro con el góspel. El músico y director de coro góspel Ramón Escalé se ha encargado de abrir un poco más este camino y ha presentado una de las propuestas más sorprendentes de la programación: Gospel Meets Flamenco. Una compañía de siete músicos que al principio de su concierto convirtieron la sala Apolo de Barcelona en una misa de Nueva York, y que durante una hora fueron desgranando las posibilidades del encuentro entre estos dos géneros. Enseguida se escucharon los jaleos de la cantaora Laura Marchal y la guitarra por rumbas de Marc López, con letras tanto en inglés como en español, moviéndose del soul al flamenco y del flamenco al soul, incluso en la voz de las cantantes, que cambiaban de género de una estrofa a otra.
“No teníamos muchas referencias”, explicó el director durante el concierto. “Ha sido difícil, claro, porque una cosa es el flamenquito y otra cosa es el flamenco”, reconocía. Laura Marchal fue la encargada de cantar un martinete, por si cabía alguna duda del compromiso con lo jondo de la compañía. Pero un martinete inspirado en la canción I want Jesus to walk with me, de Tessie Hill, cantante americana de góspel y soul. “Siempre te viene a la cabeza Pitingo, pero no hay muchas más referencias previas”, comenta Marchal. “Lo más difícil para mí ha sido la adaptación y equilibrar las voces, sobre todo en mi caso. Y por supuesto el idioma, el inglés, me ha costado un poquito, no te lo voy a negar”, reconoce.
Esta edición del festival, que cumple 30 años, incluyó la quinta edición de su Congreso de Flamencología, en el que la academia aportó igualmente perspectivas diversas desde las que mirar el flamenco: el anticolonialismo, la fisioterapia o la raíz flamenca en los “sonidos negros”. La última mesa redonda tuvo como protagonista a Carmen Amaya, con motivo del 60 aniversario de su muerte este 19 de noviembre. Cristina Cruces, catedrática de Antropología Social de la Universidad de Sevilla especializada en flamenco, aportó uno de los enfoques más innovadores sobre la bailaora: “Quizás es necesario descolonizar a Carmen Amaya, hay muchas creencias respecto a su talento innato, y también hay que desexualizar su baile. Hemos leído que ‘bailaba como un hombre’. No: bailaba como ella”, apuntaba Cruces.
La gala Herencia Flamenca, presentada por el periodista musical y compositor Luis Troquel, ofreció un recital de la cantaora Laura Santos y el guitarrista Edgar Platón, y la presentación de la compañía de baile Ciutat Flamenco; además de rendir homenaje a los artistas de largo recorrido en Barcelona y Cataluña: Andrés Batista, Juan de la Vara, el Faraón, Luis Adame, José de la Vega, Milagros Adame y Matilde ‘La Galleguita’, en su mayoría presentes en el acto. Entre los homenajeados, mereció especial mención el guitarrista El Califa, fallecido hace un año. “Tenía un toque muy preciso”, comentó Troquel, “del que después la gente se ha apropiado, también fuera del flamenco, incluso gente de la música urbana”. Todos los discursos hicieron referencia al valor del flamenco de Barcelona, siempre intentando demostrar su valor e importancia, aunque la sentencia definitiva la pronunció Luis Cabrera, director del Taller de Músics, encargado del festival, al final de la gala: “Barcelona será flamenca o no será”.
La programación “OFF” del festival, conciertos dobles en salas pequeñas, ha agrupado varios de los recitales más ortodoxos, de la mano de cantaores como Luis de la Fefa, Mercedes Cortés, El Salao, Victoria Romero, o la propuesta Barcelona s.XXI: un grupo de artistas jóvenes de las periferias de Barcelona que a través del baile de Sebastián Fernández, “el Chino”, demostraron la viveza y fuerza con la que sigue empujando el flamenco en las nuevas generaciones. Quien pudo verlo, despejó cualquier duda sobre la vigencia de este arte. Así lo confirmó Cabrera, con ironía, tras el concierto: “Y aún hay quien piensa que el flamenco está desapareciendo”.