Ficha artística. Espectáculo: Jerez Puro Esencia. Baile, coreografía y dirección: María del Mar Moreno. Cante y dirección artística: Antonio de la Malena. Cante: Antonio Peña Carpio ‘El Tolo’ y Lela Soto. Guitarra y música: Santiago Moreno y Domingo Rubichi. Palmas: Ale de Gitanería, Javi Peña y el Bo. Artista Invitada: Tía Yoya Ciclo: Flamenco Patrimonio. Lugar: Teatro Romano de Itálica. Fecha: 18 de julio. Aforo: medio lleno.
Texto: Sara Arguijo
La esencia del flamenco en Jerez se percibe en los gestos más pequeños. En el cante natural que se pelea en un quejío, en ese toque repleto de aromas, en los jaleos que nacen de la convivencia, en el compás de unos nudillos sobre un tonel de vino de la tierra, en las pataítas del fin de fiesta que dicen tanto en tan poco -¡Qué viva cada segundo de El Bo!-, en el baile corto, en un desplante. En todo el universo que María del Mar Moreno esconde bajo sus volantes y esparce desde hace casi 15 años por todo el mundo con su espectáculo Jerez Puro Esencia, que este miércoles llevó al Teatro Romano de Itálica.
Una propuesta sólida que se propuso desde sus inicios transmitir la riqueza de una herencia multicolor en la que convive Chacón y Torre –“y los dos mandan”, dice la bailaora rompiendo con la pugna en una de las piezas-, la Paquera, Tío José de Paula o cualquiera de los artistas de las dinastías familiares que aquí no acaban nunca. También revelar su vigencia y demostrar cómo el legado se perpetúa en las nuevas generaciones que la bailaora va incorporando al elenco y que esta vez recayó sobre la prometedora y cálida voz de Lela Soto, por ejemplo.
Jerez Puro Esencia es una oda al flamenco clásico que es capaz de llenar un escenario enorme con unas palmas y un zapateado, pareciendo por momentos que sobre las tablas había tres mil y no tres personas. Y así, como la matriarca que arropa, que recoge y que dispone, María del Mar Moreno fue mostrándose espléndida y generosa y levantando oles con sus zapateados enérgicos e infalibles, al tiempo que Malena la abrazaba con su flamenquísimo eco.
En este sentido, se vio lo que se podía esperar de la artista. Y si hubo algo que deslució el resultado fue la falta de conexión de la obra con el propio espacio. Por un lado, porque el baile de María del Mar es epicéntrico, estático, casi inmóvil, nada espacial, y por otro, porque el espectáculo estaba concebido para un teatro cerrado y en este recinto bajo las estrellas resultó monótono un planteamiento que llegó a resultar molesto por las continuas entradas y salidas de los artistas y que no sacó provecho del entorno.
Aun así, como decimos, la bailaora se vació por dentro para acercar las emociones al lejano patio de butacas. Y todos, del más joven al más viejo, salpicaron este Teatro Romano de sus esencias. Aunque todos sepamos que Jerez se disfruta más en las distancias cortas.