Origen. Una experiencia en el Corral de la Morería
He estado en pocos conciertos en primera fila. Se ven más cosas desde atrás o desde los laterales. Estuve una vez bailando el pogo punki delante de Iggy pop y la otra noche a los pies de Eduardo Guerrero y el elenco de “Origen”. Ambas experiencias merecen el calificativo de brutales. Es verdad que la perspectiva es como la de “Ciudadano Kane” (Orson Welles) un contrapicado absoluto a los artistas, a cambio te sacuden la ventolera provocada por la cola de Sara Jiménez que te lleva directamente a la Habana.
No es difícil enamorarse de la manera de trabajar del equipo de El Corral de la Morería. En la pared está la foto de la visita de mi actor favorito (Boris Karloff, Frankestein) y el menú que prepara David García es memorable; y así, con los sentidos abiertos aparece la voz de Ángeles Toledano que canta y camina desde mi espalda. Ella pertenece a esa generación de cantaoras espoleadas por el cataclismo-Rosalia, chicas guapas sobradamente preparadas que se enfrentan al cante desde una perspectiva inédita sin techos de cristal; ni en el flamenco, ni en la posibilidad de triunfar en el pop… cantando flamenco.
El caso es que el elenco viste de Palomo Spain famoso por los ropajes de “Malamente”. El diseñador usa y abusa del pantalón campana que, sin embargo, no esconde los tacones en los pantalones entallados y con los fabulosos pantalones (azul-eléctrica-emoción) que parecen heredados de una película de samurais de Kurosawa. Unos pantalones de pata de elefante (grande y gordo) que esconden el tacón y el zapato y que Guerrero resuelve como han hecho siempre las bailaoras, arremangándose para enseñar el arte.
Dice la directora artística Blanca del Rey que en un tablao no puedes esconderte como en un teatro,. Sin embargo Eduardo Guerrero logra armar un diseño eficaz de la puesta en escena, que se mueve de manera sutil para que la magia llegue hasta el último espectador.
Ubicados en el lugar y sus circunstancias, falta por describir las sensaciones provocadas por la música y el baile de unos artistas que suelen triunfar en teatros y que se enfrentan este mes de febrero al reto de dos pases diarios (con un par de días de descanso semanal) y cuyo reto mayor consiste en no caer en la rutina. Eso se hizo evidente en el primer cuadro en el que Eduardo se acerca a la Toledano y ofrece un gesto que transforma a la cantaora que pasa de cantar bien, al territorio de lo sublime.
Y ese es el quid de la cuestión que los artistas logran esquivar a la rutina por el lado de la improvisación, de cambiar los cantes, de sorprender al compañero con una copla. Sara Jiménez baila una guajira con bata de cola que levanta entusiasmos en una pareja de chicas negras de la generación de Beyonce (esa mujer que no suda y que camina con ventilador incorporado). La bailaora se baja del escenario sudando la gota gorda, llega hasta donde estaba la mesa de Ava Gardner (ahora hay un cuadro) y desaparece rumbo al vestuario.
Eduardo Guerrero ofrece una nueva versión de la sensualidad flamenca. En la mesa de al lado hay una mujer que parece que no está preparada para el torrencial de arte y picardía, y no sabemos si el pasmo de su cara significa que está a punto de llamar a un exorcista o de celebrar el carnaval. El bailaor, en estado de gracia, alimenta el baile provocativo de los bailes de la poca vergüenza que se saben las viejas y que fueron silenciados durante la oscura noche del franquismo.
El elenco se completa con Ana Polanco y Pilar La Gineta estupendas en un cante rotundo y sobrio. La guitarra de Benito Bernal puede con todo el entramado, una genuina montaña rusa de sensaciones que te deja exhausto, como aquella noche con Iggy Pop.
Corral de la Morería. “Origen”. Eduardo Guerrero y Sara Jiménez, baile. Angeles Toledano, Ana Polanco y Pilar “la Gineta” cante. Benito Bernal, guitarra. Vestuario Palomo Spain. Mes de febrero
Fotografías @Manjavacas.flamenco