Imaginen que un día el Partido Bipolar gana las elecciones y regula el flamenco. Prohíbe que suene en las televisiones y en las radios, suspende su enseñanza en centros públicos y privados. Lo borra de los medios de comunicación en papel y vigila que en los medios digitales solo tengan presencia como objeto de interés turístico. Ese día el Círculo Flamenco será conocido como La Resistencia y sus socios serán los encargados de liberar París, o algo.
La sala Off Latina se llenó para inaugurar una temporada de lujo del Circulo. Prietas las filas y un centenar de seres humanos concentrados en una voz, una guitarra y unas palmas. Afortunadamente aún no están reguladas ni las emociones ni los “oles”. Presentan a Diego del Morao como alguien de la casa, un lujo para todos los niveles y estratos sociales. Diego es vetusto y moderno al tiempo, esa rara cualidad que poseen los elegidos de trascender con su arte. Si van a empezar a escuchar flamenco empiecen por ahí y si creen que ya lo han escuchado todo (y se aburren) sigan por ahí. Merece la pena.
Tras la lección de guitarra aparece Duquende, su barba y su sombrero. El lugar es jondo y estrecho y recuerda a esas cuevas donde se reúnen los conspiradores. El cantaor comienza el concierto desde una mina de Asturias, un niño que rasca la tierra con las manos, ya saben un drama por taranta que anticipa un concierto de flamenco clásico, luego bulerías por soleá y unas seguiriyas que te parten el alma y que comienzan con una llamada de la guitarra que arranca un ole que es una promesa de jondura de lo que está por llegar… No será lo más intenso que cante Duquende esa noche porque entona tangos y bulerías con la misma entrega y el mismo peso trascendente. Casi todo lo que canta viene del repertorio de Camarón al que añade lo de “tienes la cara de haber pasado la noche mala” “morentiano” y un quejío sobrenatural que hemos escuchado tanto en Camarón como en Morente.
Afortunadamente Duquende ha superado el estigma de ser un continuador de Camarón, siempre ha tenido un sello personal muy reconocible puesto que la comparación resulta inevitable cuando cantas los mismos versos. Así estamos, cuesta encontrar unas letras nuevas a la altura del periodo creativo que estamos viviendo. Uno de los grandes momentos de la noche fue cuando al cantaor se le atascó la letra, o se quedó ensimismado escuchando la guitarra del Morao, o sencillamente le cedió el tercio al tocaor y ahí Diego hizo de todo, lo nuevo y lo viejo que decíamos antes. La falseta rápida y esa idea lenta que conjuga con el silencio. Todo muy conciso y directo.
La afición salió contenta, “se ha dejado los fandangos para otro día” dijo uno. Ya saben, si quieren pertenecer a un club cabal, apúntense a ese Círculo que programa con altura de miras, ganas de aprender y de compartir con la pausa necesaria. El programa que han presentado concilia las sesiones históricas con la necesarias y hay varios presentaciones de libros con sus tertulias y debates. Parece ciencia ficción. Un puñado de personas que lucha por el flamenco como si le fuera la vida en ello.
Fotos & video: @Manjavacas.flamenco
Debe estar conectado para enviar un comentario.