Texto: Sara Arguijo
Fotos: Adam Newby
Espectáculo: En Directo. Cante: Duquende Guitarra: Dani de Morón Palmas y coros: Los Mellis Lugar: Teatro Central Fecha: 6 de febrero Ciclo: Flamenco Viene del Sur Aforo: Lleno
Duquende siempre es bien recibido en Sevilla primero porque no es un habitual de los carteles y, segundo, por la constante nostalgia que hay en el público de su aire camaronero. Por eso, fue de los más esperados cuando Dani de Morón anunció su presencia en la pasada Bienal en la presentación de su ‘21’ y este martes el Central estaba lleno para recibir al bien avenido dueto.
Como decimos, tras su sombrero el catalán esconde la timidez, las vivencias y el recuerdo de una época con la que muchos crecimos. Y en su eco roto y oscuro, en su cante terrenal, en su búsqueda personal, en sus tercios conscientemente inacabados y en sus letras nos evoca un flamenco que añoramos: el de Camarón, Paco de Lucía, Pata Negra… y el del nonainoná.
Por eso, el público salió contento de un recital variado que abrió con cantes de levante y terminó por bulerías, pasando por alegrías, seguiriya y tangos, además de la canción Lo bueno y lo malo de Ray Heredia, uno de los momentos más aplaudidos de la noche.
Sin embargo, quizás por su carácter retraído -no hubo ni un buenas noches- o distante, a Duquende le faltó empatizar con el patio de butacas pareciendo en muchos momentos que cantaba más para sí mismo que para quienes lo tenían delante. Por lo que la calidez brilló por su ausencia y sentimos, a pesar de disfrutar de su voz, que había dejado a un lado las ganas de compartir sus emociones. Un papel que le tocó y cumplió, por el contrario, Dani de Morón y Los Mellis, quienes cubrieron la frialdad latente con colores, sonrisas y matices, desde sus manos.
En este sentido, Dani mostró su habitual elegancia y generosidad haciendo crecer cada palo con originales falsetas repletas de intenciones y brillos, trayendo como hizo por alegrías un poco de sal de la Caleta, toda la melancolía posible en el tema de Heredia y la solidez necesaria en las seguiriyas. Ya en solitario deleitó con una farruca, donde lo vimos más pausado que otras veces, como si la guitarra fuera el refugio de sus lamentos y el pañuelo de sus lágrimas, y con unas bulerías donde dejó ver una vez más por qué es de los guitarristas con más proyección del momento. Por cierto, impresionante e imprescindibles los Mellis, que con sus palmas, sus coros y sus nudillos llenaron el escenario de la luminosidad que hacía falta.