La revisión de Arena con la que Israel Galván ha inaugurado la Bienal en la Plaza de Toros deja un sabor agridulce
Ficha artística. Espectáculo: Arena. Dirección Artística: Israel Galván y Pedro G. Romero. Coreografía y baile: Israel Galván. Cante: David Lagos, Jesús Méndez, KikiMorente y Niño de Elche. Guitarra: Alfredo Lagos. Percusión: Antonio Moreno (Proyecto Lorca). Cuarteto de percusión: Agustín Jiménez, Darío Valecillo, Eugenio García y Gilles Midoux. Palmas y coros: Los Mellis. Saxofón y gaita del gastor: Juan M. Jiménez (Proyecto Lorca). Piano: Sylvie Courvoisier. Banda: Charanga Los Sones. Ciclo: Bienal de Sevilla. Lugar: Plaza de Toros. Fecha: Viernes 7 de septiembre de 2018. Aforo: un tercio.
Sara Arguijo
Especial – La Bienal de Flamenco – toda la información
La voz templada de Kiki Morente va anunciando cada toro desde el tendido… su eco nos hace recordar…
TORO 1. Bailador (a Joselito el Gallo, 1920) Aburrimiento. Mientras sigo con mi mirada a Israel Galván me pregunto si aquello que en su día me impresionó de Arena seguirá haciéndolo catorce años después y si esas piezas que se me quedaron en la retina surtirán el mismo efecto en un recinto tan imponente. Una ronda de verdiales, malagueñas, rondeñas… sirve para recrear la muerte de Belmonte. Todo desde un ángulo de la plaza. Sobra demasiado espacio escénico y esperamos algún impacto. Más provocación.
TORO 2. Granaino (a Ignacio Sánchez Mejías, 1934) Despiste. Galván ocupa el centro del redondel y torea con una silla-balancín el Llanto a la muerte de Ignacio Sánchez Mejías, con la música de Antonio Moreno y el grupo de percusiones de la Joven Orquesta de Andalucía.Me gusta cómo el sevillano juega con ella y le mete la pierna hasta las entrañas. Admiro la capacidad hipnótica que tiene su baile en este registro pero, claro, he sido testigo del impresionante crecimiento artístico del bailaor en estos años y ya esto no me sorprende en absoluto. Repetitivo y monótono, apunto entre mis notas.
TORO 3. Pocapena (a Manuel Granero, 1922) Entusiasmo. Israel saca de su memoria el flamenco con el que ha crecido y deja los primeros destellos de la genialidad que le reconocemos. Las alegrías de Cádiz empiezan a calar en sus huesos, en su piel y en sus músculos y vemos a un artista único que parece tomarse el baile como una continua exploración. Es lo mejor de la noche.
*¡David Lagos pregona tan bien los caramelos de menta que el público aplaude enloquecido y a mí me dan ganas de buscar monedas en mi cartera!
TORO 4. Burlero (a José Cubero Sánchez, Yiyo, 1985.) Enjundia. Jesús Méndez y Los Mellis traen el soniquete de Jerez y en la Plaza de Toros suenan los oles al ver al sevillano dejarse llevar por el tres por cuatro. A estas alturas, después de más de hora y media de espectáculo y con las piernas entumecidas por la estrechez del tendido, nos hacía falta algo de pasión y de energía.
TORO 5. Playero (a Manuel Montaño, 1905) Sinsentido. El Niño de Elche empieza un infumable recital que relata horrores y yo me pregunto: ¿por qué nos condena Israel a esto? Vuelve la desgana al ruedo. La pianista SylvieCourvoisier sale por la puerta de arrastre y el de Elche comienza una insoportable retahíla de sonidos guturales que nos rompen de nuevo el ritmo de la obra.
TORO 6. Cantinero (a José Rodríguez Davié, Pepete, 1899) Júbilo. De las botas de Galván salen cuchillas y recordamos como si fuera ayer lo que nos impactó esto en su día. ¡Cuánto nos ha regalado el artista al flamenco y al arte y cuánto le tendremos que agradecer! Pese a que aquí el espacio haya jugado en su contra y se nos hiciera tedioso el planteamiento.
FIN. Los platillos invocan pasodobles, marchas y hasta Paquito el Chocolatero. Por fin, un respiro. El artista se arrastra por el albero y levanta por primera vez el albero invitándonos a la tragicomedia de la fiesta. Paseíllo con charanga y los espectadores sacan sus pañuelos blancos para que se vea que se van con buen sabor de boca porque a Israel en Sevilla se le entiende, se le quiere y se valora. Es la excepción hasta de aquellos que no aceptan nada que se aleje de lo clásico. Por su inteligencia, por su personalidad y por sus locuras.
Pero lo cierto es que a esta revisión de Arena le falló elritmo y una disposición escénica estática que dejaba constantemente demasiados huecos vacíos. Quizás esperábamos que Galván incorporara a la obra todo lo que ha pasado en él después de su estreno y, por eso, echamos de menos más suelo, más movimiento, más juego, más riesgo, más disparate, más albero… y, por supuesto, más emoción, que hubo poca o ninguna. Quizás, también, nos traicionó la memoria y nos invadió la maldita melancolía y tuvimos demasiado presente a los ausentes, empezando por Enrique con cuyo vídeo nos hubiéramos conformado. Quizás el tiempo juega en contra.
Fotos: Óscar Romero – La Bienal