Diego Amador Cinco espadas/ Las puertas de mi destino / Festival Suma Flamenca
José Manuel Gómez Gufi
El espectáculo habla sobre las puertas, el umbral desde el que se vislumbra su identidad, a saber: “Ser Gitano, la destrucción, el flamenco, el jazz y la libertad”.
En la penumbra se reconoce la figura de un cantaor con una vara humilde (de autoridad y/o conocimiento) detrás se vislumbra a los músicos armados con instrumentos. Diego canta de lado mientras la pantalla se llena de canastos y fotos históricas de gitanos, luego Diego se sienta sobre el piano y muestra un técnica brillante y poco ortodoxa y un sonido desconcertante (en el sentido de que está sentado sobre un piano de cola que, a ratos, suena como un piano eléctrico). Puede parecer un sinsentido pero, no lo es tanto si recordamos sus inicios en la música tras la estela de sus hermanos Rafael y Raimundo en un grupo llamado “Patita Negra” que apareció en los días aquellos en los que se hablaba del Nuevo Flamenco.
Las imágenes de la pantalla nos muestran al Miles Davis de la última época y luego junto a Charlie Parker, aparecen diversos músicos y formaciones de la Weather Report y aquí recordamos que una de las pocas ocasiones en las que se presentó en directo el disco de Camarón “La leyenda del tiempo” fue en Barcelona con la Weather Report, banda que líderó el sonido jazz/rock del momento con Zawinull, Jaco Pastorius y Wayne Shorter. El estruendo de su propuesta sorprendió a Camarón que preguntó a los músicos que le acompañaban ¿quienes son esos?.
Es evidente que Diego ha bebido de esas fuentes que, todo hay que decirlo, hoy apenas tiene continuadores, al menos en el sonido. Diego puso sobre los teclados esas influencias más adelante.
LA PUERTA ES SIEMPRE LA CLAVE DE LA LEYENDA
De momento volvió al centro del escenario para cantar flamenco con la guitarra de Carlos de Jacoba y después se sumó la de Jesús del Rosario. Eso mereció la aprobación de La Chana (que ha regresado triunfal con un libro y un documental) que, presente en la sala se levantó para poner su estola a los pies del cantaor. Fue un momento crucial porque, a partir de ese momento, se disiparon algunas disfunciones sonoras (producto de la complejidad de pasar de lo eléctrico a lo acústico y viceversa) y el concierto entró en fase Camarón, reproduciendo con pasmosa fidelidad el sonido de “La primavera” la composición de Juan Antonio Salazar que cantó el de la Isla en su última grabación con las guitarras de Paco de Lucía y Tomatito. Una labor arqueológica de reconstrucción que también alcanzó “la leyenda del tiempo”, la enrevesada composición que daba título a un disco incomprendido en su momento (1979) y que hoy escuchamos como una proclamación de un tiempo nuevo, con sus excesos del uso del “reverb” como hoy nos quejamos del exceso del autotune.
Ahí fue donde se desató el espíritu libertario y jazzístico de Diego Amador y sobre las imágenes de Pata Negra, se fundían los sonidos característicos de Zawinull en los teclados electrónicos como una extensión de las experiencias de Jimi Hendrix y la psicodelia con la imprescindible complicidad del estupendo batería de Tijuana, Israel Varela. El bajista eléctrico Jesús Garrido nunca ejerció de solista (como Pastorius o Colina) y cumplió con el papel de sostener el entramado; el compás de Luis y José Amador navegaba entre lo acústico y lo eléctrico de una sonorización cambiante. Mientras que la percusión quedaba en manos de Diego Jr casi siempre sonorizado en los registros graves. En fin, que Diego Amador salió triunfante gracias a su talento natural como pianista y cantaor ante un numeroso público que no sabemos identificar como procedente del jazz o del flamenco y ni siquiera es parecido al que acudió a escuchar a Chano Domínguez.
Fotografías – David Mudarra