6 de Marzo de 2023 – Sala Compañía – Festival de Jerez – Galería fotográfica
Ale Villaescusa, Tino van der Sman y José Manuel ‘El Oruco’
‘El payo, el guiri y el gitano’
Qué difícil resulta, a veces, reírse en el flamenco. Qué difícil resulta también hacer lo propio con una misma, con tu identidad o con lo que queremos creer sobre ella, sea propia o ajena. En el entorno jondo esto es particularmente delicado y punzante entre otras cuestiones, porque roza sensibilidades vinculadas al misticismo flamenco y sus orígenes y cuestionarlas supone una herejía. Y, en público y a la vista de todas, más.
Por eso El payo, el guiri y el gitano es una propuesta tan valiosa, porque pone sobre las tablas las cozita que se escuchan en las barras de los bares, en las peñas flamencas o en las redes sociales, pero nunca o casi nunca nos atrevemos a poner en entredicho con cierto rigor y con mucho age el establishment con los requisitos flamencólicos y los análisis de sangre y de linaje.
Los protagonistas de este trío improbable cuentan a lo largo de la obra cómo llegaron al flamenco y desgranan los tópicos típicos del cada uno de los lugares que ocupan: el guiri (Tino van der Sman) súper puntual y cuadriculado, el payo (Alejandro Villaescusa) que cree que su título de Conservatorio es una garantía para no irse de compás y el gitano (El Oruco) que entre pataíta y pataíta pide un euro para merendar y que no se va de compás ni a fuerza de entrenar. Desde el humor reflexivo y también la ternura, propician una grieta compartida sobre el muro de lo jondo donde no sólo se permiten preguntas sino también la ausencia de respuestas definitivas (¿cómo tenerlas sobre un arte que está vivo?) que subrayan las contradicciones. Como si la vida fuera una cosa o la otra y nada más y no se tratase de verdades que conviven y se amalgaman.
Con los ajustes técnicos necesarios y el placeo lógico de una propuesta atrevida y muy familiar que ayer se estrenaba, esta idea original del holandés Tino van der Sman ganará enteros a buen seguro, ya sólo con el estallido continuo de risas que sentimos ayer en la Sala Compañía. Además, porque la mezcla de procedencias, deseos e identidades es cada vez más habitual en el mundo, no iba a ser menos entre el tejido flamenco, nos guste, nos parezca bien y lo podamos aceptar o no.
Queremos hacernos más preguntas, queremos reírnos de nuestras miserias y de nuestros propios clichés, incluso observar nuestros valores más sagrados con compasión y curiosidad y saber más de mí y saber más del otro. Como cantaba Ale por soleá: sabemos poco uno del otro y nos criticamos tanto… Total, aquí vamos a seguir estando, porque de la droga se sale, del flamenco no.
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