Cante: Ezequiel Benítez Guitarra: Paco León Palmas: Manuel Cantarote y Juan Diego Valencia. Baile: Adela Campallo Guitarras: Juan Campallo y David Vargas Cante: Jesús Corbacho y Miguel Soto ‘El Londro’ Percusión: Paco Vega Ciclo: Flamenco Viene del Sur Lugar: Teatro Central (Sevilla) Fecha: Martes 15 de mayo de 2018 Aforo: Dos tercios
Texto: Sara Arguijo
Fotos: Adam Newby
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La reseña que van a leer probablemente no sea justa ni para los artistas que encabezan el cartel, ni para el público que desconocía la estructura que planteaba el espectáculo, ni para una servidora que, pensándolo bien, tendría que cobrar el doble. Todo porque lo que propuso el ciclo Flamenco Viene del Sur para cerrar su temporada en el Central fue un doblete de dos propuestas yuxtapuestas, la del cantaor Ezequiel Benítez y la bailaora Adela Campallo, que nada tenían que ver entre sí (ni en lo conceptual ni en lo terrenal) y que obligaba al espectador a pasar del cante sereno del primero a la intensidad dramática de segunda en los pocos minutos que se dieron de descanso.
Una idea desafortunada cuya justificación se encontrará en lo burocrático pero que, desde luego, carece de sentido alguno en lo artístico. Primero porque el teatro impone sus propias exigencias (y aquí más bien faltó un presentador que explicara las intervenciones) y, segundo, porque la unión de estos nombres se vio claramente forzada hasta el punto que hubo quien, confundido, preguntó a su compañero de silla, qué era lo que venía ahora cuando salió el cuadro de la bailaora.
Dicho esto, Ezequiel Benítez ofreció un recital pausado que inició con las cantiñas de Aurelio Sellés y continuó con una sentida soleá dedicada a María Bala, sin duda lo mejor de la noche. Aquí, y en la canción por bulerías de Vallejo María Magdalena, el cantaor hizo alarde de la simpatía y dulzura que refleja en su sonrisa y en su garganta y que son sus grandes fuertes. Porque, aunque su repertorio fue irregular y se le vio más indeciso por seguiriyas y fandangos, el jerezano gusta por la naturalidad y sinceridad que transmite, como demostró en su fin de fiesta por bulerías de su tierra.
Por su parte, Adela Campallo quiso imprimir sobre las tablas una apuesta sólida y enérgica en la que sus pies actuaban como los narradores de historias quizás silenciadas. De esta forma, la sevillana, magistralmente arropada por las voces de Jesús Corbacho y El Londro y un impecable cuadro que le supo poner los acentos precisos, hizo despliegue de técnica para mostrar, rebelde, sus argumentos en la danza. Dicen que después de la tormenta siempre llega la calma pero este martes fue al revés.