Valiente propuesta del cantaor al devolver al flamenco algunos de los sonidos de las Grecas.
Conocimos a David de Jacoba en el grupo de Paco de Lucía que, en siglo XXI, siempre quiso acompañarse de voces gitanas poderosas y potentes: Duquende, La Tana o el propio David. Unas voces capaces de romperse por la mitad en esa búsqueda de la quimera (y del duende), voces “rajás” que hacen innecesaria cualquier explicación sobre el desconsuelo.
Paco de Lucía y Camarón fueron grandes admiradores de Las Grecas, mientras que la flamencología se quedaba de perfil frente a un fenómeno que le cambió el destino a músicos como Jorge Pardo. El flautista no había cumplido la mayoría de edad cuando estaba tocando en el Balboa Jazz y se le acercó el guitarrista portugués Johnny Galvao y le preguntó si podría pasarse por un estudio de grabación al día siguiente por la mañana. Jorge se presentó a la hora indicada y se encontró con que su primera vez en un estudio profesional era con ¡Las Grecas! Y en la grabación tenía un protagonismo inédito para un flautista (aunque en 1975 Ian Anderson de los Jethro Tull era una estrella del rock tocando la flauta).
La primera incógnita de la noche era qué tipo de banda iba a acompañar a un cantaor hasta ahora canónico en sus presentaciones. Cabía la posibilidad de 1) meterle electricidad al repertorio con el modelo de los discos de las Grecas 2) utilizar una estética modelo La Plazuela y 3) hacer otra cosa. No pierdan su dinero apostando, lo que hicieron lo hicieron por primera vez y esperamos que la propuesta tenga recorrido en festivales. Merece la pena.
Aparece el trío formado por Pablo Suárez (piano), Shayan Fathí (batería) y Antonio Ramos “Maca” (bajo eléctrico). La cara del pianista no me suena demasiado, su música sí junto a Carmen Linares o Camerata Flamenco Project. Así que cuando David Jacoba entona “Al pasar la barca” nos asaltan nuevas dudas: ¿Habrán conseguido la heroicidad de pasar un repertorio POP al flamenco?.
La versión nos deja un regusto a jazz elegante. David esta sentado frente a un atril y nos cuenta que lo de hablar no es lo suyo, que es tímido y que ha hecho el esfuerzo por componer y que un muestra por tarantas se lo va a dedicar a la memoria de Tina y también a Carmela que no ha podido estar por culpa de un catarro.
David canta la taranta como si estuviera dentro de una mina y nos deja esa sensación de dolor y espanto de ver a Tina en el concierto de Camarón en el Rock Club, rota por la enfermedad y las drogas. Tengo la sensación de que David canta desde el drama que vivieron las Grecas, el tenebroso reverso del éxito. Esa sensación permanece con “Saray” la canción que Tina dedicó a su hija. Con ese estado de ánimo interpretó “Asingara” cuyo estribillo nos resultar demoledor “Yo ya no quiero más llorar, yo ya no quiero más sufrir. Ya me bastó con llorar, si sufrir es mi destino”. Siguió por fandangos y luego por seguiriyas, como si el flamenco clásico fuera el único consuelo. Así que, menos mal, Maca comenzó a hacer funky con las cuatro cuerdas del bajo y le siguieron todos dejando una sensación en el auditorio de desconcierto de no saber si se podían tocar palmas en un memorial tan sentido.
Las letras que cantaron las Grecas estaban a menudo inspiradas en las experiencias de Tina y Carmela así que cuando David entonó “Orgullo siempre tuviste. Tú siempre tuviste orgullo” suspiramos de alivio pero el cantaor cambió de canción antes de llegar al estribillo ese, inenarrable, porque en realidad no está en medio de la canción; el “Nonaino, nonaino, naino” está al final del romance, y es la conclusión y el adiós. Al rato estaba interpretando el “Te estoy amando locamente”. Pensarán ustedes/vosotros que esto es un popurrí sin pies ni cabeza. Al contrario, piensen como piensa un cantaor (o un dj que pal caso es lo mismo). El tío se entona por soleá, mide los tonos y los tiempos y va encadenando coplas según convenga, según el plan previsto o según la inspiración de la noche. El caso es que apareció “Anabalina, ina inaná” y otras obras maestras del lenguaje de la construcción de la onomatopeya. “Pero qué tiene la María, la…esa, ay la portuguesa.Tiritiritiri tiriti…etcétera” (la canción por si no lo recuerdan se llama “Amma Immi”.
Ahí nos rompimos la manos y nos faltaron camisas para volver abrigados a casa. Hubo un bis que a mí me sonó a musical gitano, a conclusión concluyente. A la salida un ciudadano preguntaba por el disco, por si se podía comprar un disco de eso que se acababa de escuchar… para estudiar en casa. ¡Nananai!
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