Espectáculo: Los cuerpos celestes. Partitura coral en siete movimientos. Dirección: Marcos Vargas y Chloé Brülé. Creación e interpretación: Marco Vargas, Chloé Brülé, Gero Domínguez, Miguel Marín y Yinka Esi Graves. Fecha: Miércoles 20 de noviembre. Lugar: Teatro Central. Aforo: Lleno
Sara Arguijo
Basta mirar al cielo para volver a tomar consciencia de que el universo es tan fascinante como inabarcable. Recuperar esa mirada inocente del niño que persigue incansable las pompas de jabón para recordar lo volátil de las cosas. Situarnos frente al otro para reconocernos a nosotros mismos y descubrir nuestras fuerzas y nuestras debilidades.
Con este punto de partida Marcos Vargas y Chloe Brülé invitan a los espectadores a colocarse los prismáticos para introducirnos en un apasionante observatorio astronómico desde el que iniciar un viaje sensorial entre lo etéreo y lo corpóreo. Así, los cinco intérpretes se encuentran, chocan, explosionan y se funden en un continuo juego de espejos donde se contraponen las distintas “formas, masas y temperaturas” de los cuerpos, con la atracción y la repulsión natural que generan las propias energías.
En este sentido, desde lo puramente orgánico, estos creadores construyen un discurso trepidante y frenético, con el que reformular las preguntas que han perseguido al hombre a lo largo de toda la historia -de dónde venimos, quiénes somos, de qué estamos hechos- y reflexionar sobre nuestro papel en el mundo y el lugar que ocupamos frente a los otros.
De esta forma, desde el inicio los personajes nos toman de la mano para arrastrarnos a una envolvente espiral en la que sus cuerpos irán orbitando entre sí y nosotros iremos ascendiendo junto a ellos, completamente en vilo. En una suerte de constelación celestial donde estos cuerpos, a veces cometas, otras planetas y en algunos casos estrellas fugaces, danzan entre la contención y el extremo con el flamenco como lenguaje común y la riquísima composición musical de Miguel Marín -entre lo electrónico y lo jondo-, como telón de fondo que impulsa y sugiere.
Los cuerpos celestes es ante todo una obra valiente y arriesgada, donde Vargas y Brülé celebran su 15 aniversario como compañía negándose una vez más a renunciar a su libertad creativa. Lo que ofrecen, por tanto, es un espectáculo de autoría, diferente, raro, que probablemente sólo podrán hacer ellos. Una propuesta que, con nula escenografía, recursos sencillísimos, soberbia iluminación, nada de cante ni guitarra y coreografías personalísimas, consigue generar un cosmos distópico y etéreo en el que la pareja levita y por primera vez se separa para compartir nuevos lenguajes, junto al baile lunático, chulesco y prominente del gigante Gero Domínguez y la sutileza, magnetismo y potencia de Yinka Esi Graves, maravillosa en toda la obra. De hecho, en esta ocasión, fueron ellas, Yinka y Chloe las que parecían mover los hilos de cada escena.
Una obra actual, repleta de referencias cinematográficas y teatrales que resulta un gustazo para quienes creemos en la capacidad del teatro y de la danza para narrar lo inexplicable y explicarnos aquello que nunca entenderemos de otro modo.
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