Arpa: Ana Crismán "Arpa jonda" - Museos de la Atalaya - 9 de mayo 2021 - Festival de Jerez Artista invitado: Alfredo Lagos (premio Giraldillo Toque Acompañamiento Bienal 2020). Palmas y Coros: Rosa Gómez, Mª José Fernández y Enrique Remache. Percusión: Perico Navarro.
Alfredo Benítez dijo en una de sus últimas intervenciones que quizá en el flamenco, cuando hablamos de transmitir, nos estemos refiriendo por fuerza a la conexión de quien está sobre las tablas consigo mismo, y de la capacidad del público de percibir ese diálogo interno. Y que, probablemente -decía el maestro- esto dependa más de la sensibilidad del respetable que de la desenvoltura de quien actúa, aunque ambas sean imprescindibles.
Difícilmente comprobable, pero qué buena invitación a la reflexión compartida proponía siempre Benítez (¡y cómo lo echamos de menos!). Esta idea barruntaba mientras veía a Ana Crismán (Jerez de la Frontera, 1983) debutar como solista en el Festival de Jerez.
Así la vimos, profundamente conectada con su instrumento, habitando ese espacio de camaradería y confianza creado desde hace apenas cuatro años a base de horas de estudio e investigación. Y es que a Ana, que empezó con el piano, le sobraba la madera que rodea el teclado. “Siempre noté que entre el sonido y yo había una barrera que me alejaba del piano. Con el arpa, la sensación es absolutamente directa, de piel con piel”. La intimidad que genera rozar las cuerdas con los dedos, sin intermediarios, distancia el arpa del piano y lo acerca irremediablemente a la guitarra. En este caso, además, a la flamenca.
La jerezana presentó Arpa Jonda en los Museos de la Atalaya después de haberlo girado por todo el mundo (se estrenó en New York en enero de 2019). Lo trajo a su tierra renovado y enriquecido. De hecho, ha cambiado hasta el propio instrumento. De un arpa estándar de nogal, al arpa negra, personalizada. Para su construcción, Ana solicitó al luthier especificaciones inauditas: pidió tapa de abeto y forrajes internos como los de la guitarra flamenca y cambió hasta las cuerdas, que ahora son de nylon. “He hecho modificaciones fuertes al instrumento para buscar sonoridades nuevas y atarlo al flamenco”. Además, la arpista ha patentado esta creación. Que sepamos, se trata de un instrumento nuevo.
La evolución del recital Arpa Jonda alcanza también al universo de armonías que ha ido encontrando por el camino, algunas de ellas de una belleza como para quedarse a vivir. Con una factura deliciosa, tañó su arpa por rondeña, zambra o alegrías, hizo de maestra de ceremonias -presentando en todo momento a su gente y los estilos que vendrían, algo de agradecer-, estrenó composiciones propias -adaptación de versos de Bécquer incluida- y hasta bailó por bulerías para cerrar el recital. Para todo ello había que ir muy bien respaldada y así fue: un Perico Navarro sobresaliente en su acompañar, cálido y acogedor; las voces y palmas muy pertinentes de Rosa Gómez, Mª José Fernández y Enrique Remache y un compañero “de lujo”, como ella misma presentó: un Alfredo Lagos con el que dialogó por siguiriya en un alarde de armonías que eran caramelo derretido. “Es muy bonito ir construyendo puentes entre mundos que no se conocen, que son compatibles pero aún no lo saben”, ríe Ana. Y que lo digas.
Preguntamos a cada artista cuál ha sido su momento más especial de los primeros 25 años del Festival de Jerez. Para Ana Crismán, el momento brutal que recuerda es “de ir andando por Jerez y ver la Plaza de la Hierba llenísima de gente tocando y cantando. Tengo ese recuerdo de decir ‘qué bonita está mi tierra en el festival’. Esto es de National Geographic, qué brutalidad, qué fuerza, qué patrimonio… en el sentido más antropológico de la palabra. Es increíble Jerez, qué hechizo hay en esta tierra. Aquí hay algo que no lo hay en ningún otro lado. Hay una flor que sólo crece aquí”.