Texto y fotos: Antonio Konde
Miguel Lavi, Luisa Palicio, Enrique Morente (Kiki) y Juan Habichuela (nieto), Amador Rojas, Antonio Campos;Rafaela Carrasco
Los Veranos del Corral 2010 Tercera semana – 2 al 6 de Agosto
El Galli de Morón, Ana Morales, Miguel Lavi, Luisa Palicio, Enrique Morente (Kiki) y Juan Habichuela (nieto), Amador Rojas, Alicia Gil ,Daniel Navarro, Antonio Campos
Se cumplió el calendario que daba cierre al ciclo veraniego de flamenco del Corral del Carbón granadino. Una última semana intensa en cuanto a actuaciones. Hasta nueve recitales/espectáculos repartidos en cinco noches que dieron mucho de sí. Algunas de las muestras de la semana se esperaban con inquietud pues eran propuestas arriesgadas que, en algunos casos fueron una revelación positiva tanto para el artista como para el público. El Galli se estrenaba en el cante “palante” en Granada, nervioso, con ganas de sacar provecho a sus cuerdas vocales y demostrar la trayectoria que atesora en los últimos años. En un repertorio bien elegido tuvo altibajos. Por un lado en su interpretación por tonás aportó un sabor primitivo, rancio, mientras que en las malagueñas chaconianas no encontró el tempo para dejarse llevar. La guitarra inmejorable de Miguel Iglesias se vio atrapada por las prisas del Galli. Soleá y cantiñas con las que nos quedamos de su recital. La primera, pausada y melancólica, la que le sigue acertando en un recorrido con sabor a salitre de la bahía que finiquitó con letras de bulerías. Por levante acertó en el contenido y bulerías como fin de fiesta. El baile de la calurosa noche lo vimos en la figura de Ana Morales. Como en otras ocasiones he escrito, es este un escenario al que no se deben traer montajes más acordes con otro tipo de escenarios. Por esto el argumento de Morales no fue del todo acertado. Un público deseoso de ver lo tradicional del baile no siempre entiende la vanguardia o propuestas de mezcolanza cultural. Una variación de su espectáculo “De sandalia a tacón” que ya viéramos en el pasado Festival de Jerez no acabo de conquistar, a pesar de contar con buenas intenciones. Un paso de la danza oriental al flamenco actual, una fantasía de la danza que recorrió en tres piezas la evolución del baile hasta nuestros días. Con las voces de Antonio Campos y Moi de Morón la artista sobresalió en las alegrías, con momentos de gran belleza visual y particular manejo de la bata de cola.
Para la segunda celebración flamenca de la semana un jerezano que suena a flamenco por los cuatro costaos. Con una voz entre rota y cristalizada por el Jerez añejo Miguel Lavi sorprende. De principio a fin estuvo soberbio. Se entregó en cada cante, en cada tercio, en cada ay que sonaba a flamenco sin adornos de ningún tipo. Malagueñas de Manuel Torre y del Mellizo, soleá por bulerías, toná, seguiriyas de claro sabor plazuelero y bulerías. Un cantaor poco valorado en su tierra pero que destila flamenquería en su garganta. El contraste de la noche vino con Luisa Palicio. Gran bailaora, gran conocedora de la bata de cola y de sus entresijos, no logró convencer. Quizás una mala elección en la soleá en la que introdujo la bata de cola al igual que en las alegrías hizo que su repertorio pareciera sobrio y repetitivo. Además apostó por la guajira en un intento de adornar su baile, pero que no fue proporcional a la bailaora que lleva dentro. Antepenúltima cita de los veranos para la voz melimástica de Enrique Morente junior, Kiki. Se acompañó de la guitarra de Juan Habichuela nieto, que sobresalió durante la noche por encima del cante. Siendo hijo de quién es tiene una responsabilidad importante en esto del flamenco, si quiere seguir los pasos de su gente. Su registro se acerca a su hermana mayor, y sus ideas a las del padre, quizás demasiado. Al estilo de Enrique padre, la aportación milimétrica de tonás que realiza el patriarca estos meses en su repertorio, nos lleva a pensar en lo medido y estudiado de su cante. Poco atractivo. A partir de aquí, caña, taranto y cartagenera, seguiriyas con remate de baile (poco acertado), soleá, tangos con dedicatoria su padre y bulerías. Un joven con proyección cantaora pero que en un intento de gustar se quedó en el camino.
Amador Rojas puso la guinda. En la segunda parte, se impuso el baile por encima de todo lo demás. Una escuela diferente, una forma de vivir y sentir el baile. Un original formato adaptado a los tiempos. Un aprovechamiento corporal que va desprendiendo esencias a base de figuras y mudanzas distintivas con indumentarias hindús en el comienzo, con capucha y túnica negra, de oro calado en piel, para una danza oriental, tangos derivados a farruca, fandangos que acaban en alegrías y soléa. La sevillana Alicia Gil vino con Lito Espinosa a la guitarra. Un recital clásico y compacto. Toná, tinetos-tangos, soleá, alegrías y bulerías. Una voz dulce que se inclinó por demostrar en cada cante su procedencia, salvo en las bulerías en las que se acordó de Remedios Amaya, Niña Pastori y Parrita. Dani Navarro sólo necesitó dos bailes para dar intensidad y color al flamenco. Toná inclinada a bulerías y soleá, donde la personalidad masculina arreció. Un baile basado en sus pies que no necesitaron de gestualización bracística para convencer.
Con las cabales del Serna y el violín de José Luís López se escuchan las guitarras de Jesús Torres y Cano que germinan con el Café de Chinitas por bulerías a capela. La nota de color, aparte de los atuendos ibizencos de todos los componentes la puso Rafaela Carrasco. El chelo acaricia el baile por farruca de la sevillana enfrascada en un traje masculinizado con flecos y botas rojas. El baile de Rafi es conceptual. Es otra manera de sentir el baile, que renuncia al flamenco más ortodoxo para redimirse en tango argentino con Campos como acompañante. El protagonista demuestra que por la zona de levante va y viene como quiere, gracias a la taranta y levantica del Cojo de Málaga que provoca que el público se deshaga en aplausos. Por soleá apolá y con piano matizó el cante trianero, enriqueciéndolo en matices y flamenquería. Fandangos con baile de Rafaela y mismos tercios por bulerías remataron una noche inolvidable en la que además agradeció a Juan Benson (técnico de luces y sonido) su incansable labor en estos años por el flamenco. Un emocionado Antonio Campos que dejó el mejor de los sabores que se pueden dejar al finalizar un espectáculo: sabor a flamenco.
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