13 de agosto de 2022
Ciclo ‘Solera y Compás’
Patio de la Tonelería
Bodega González Byass – Jerez
El bochorno de anoche en Jerez no acompañaba; sí lo hacía la luna, dirección a menguante, iluminando un Patio de la Tonelería que acogió la última de las cinco sesiones del ciclo Solera y Compás, iniciativa estival de la bodega local, que culminaba con la presencia de Diego del Morao, Pedro El Granaíno, La Macanita y Mercedes Ruiz.
Decía lo de la luna porque fue quien más alumbró en una noche sosegada, de corriente continua, aplatanada acaso por el calor y sin demasiados chispazos que nos removieran de la silla. Conexión, pero a bajo voltaje.
Abrió la noche la guitarra de Diego del Morao (con la percusión de Ané Carrasco y una segunda guitarra), que resulta siempre una garantía de diversión y exploración. A pocos días del aniversario de la muerte de su padre, el heredero al trono de la guitarra de Santiago volvió a tejer ese manto peculiar, tan suyo, de cuerdas de raíz y aire. Generar este espacio de lucimiento del instrumento ha resultado todo un acierto por parte de la organización, pues permite mostrar al concertista que habita en muchos guitarristas además del habitual acompañante, siempre al servicio del otro. Quizá, en otra edición, podamos disfrutar de alguna mujer guitarrista.
Siguió Pedro El Granaíno que aperturó, precisamente, por granaína. Acompañado a la guitarra de Patrocinio Hijo y dos palmeros, engarzó por malagueña y remató con abandolaos. La trayectoria y el fuelle del de Granada son incuestionables, y el atractivo de las voces que juegan en el precipicio de la tesitura y y de la tonalidad, también, porque parece que no van a poder y siempre lo logran. Sin embargo, ese estado de alerta permanente acaba por agotar el sistema nervioso y aunque Pedro Heredia Reyes pellizca con soltura en las nubes de los agudos, hubiera estado bien sentir que rebuscaba en otras latitudes interiores que nos dieran tierra, más raíz, o la sensación de pisar el suelo.
Con La Macanita volvemos al terruño. Por la estela alargada que deja su nombre tras de sí ya merece la pena venir a verla. Escoltadísima por Chicharito, El Macano y Javi Peña a las palmas, Carlos Merino a la percusión y con Diego del Morao a la guitarra, se raspó más de diez minutos por una soleá no muy templada que remató a duras penas. A Tomasa le costó entrarle a la noche y, de hecho, no sería hasta el final de la siguiriya cuando vimos su mejor cara; también por bulerías, mucho más creativa, segura, arriesgada y centrada, respaldada por un Del Morao siempre lúdico en sus maneras, en sus elipsis y ese afán de romper los moldes.
Aunque dejar el baile para el final pueda ser cuestionable -por la acumulación de casi tres horas de actuaciones engarzadas-, la aparición de Mercedes Ruiz nos salvó de la bruma en la que caímos algunas. La jerezana estuvo especialmente deliciosa, bailándole con castañuelas y mantón a un Londro que, a capella, la arropa como pocos con un pregón. Vestía trajes livianos que le permitieron moverse ligera y veloz, certera y tierna, tal y como nos pedía el cuerpo. Con su consolidado equipo (Perico Navarro, Javi Peña, Santiago Lara, El Londro) construyeron una soleá para enmarcar: sobria y serena, a ratos veloz y punzante, pero sin gritar, sin maldecir, sin apretar los puños. Elegantísimo punto y final para la rama flamenca del Tío Pepe Festival.
Debe estar conectado para enviar un comentario.