Espectáculo: Suite Sevilla. Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Rafael Riqueni. Guitarra y composición: Rafael Riqueni. Orquestación y dirección musical: Manuel Busto. Dirección artística: Paco Bech. Lugar: Teatro de la Maestranza. Fecha: Sábado, 24 de abril. Aforo: El permitido.
Con su último disco Herencia vendiéndose a la entrada del teatro tras un año parado a causa de la pandemia, una cámara grabando el acontecimiento que supone la vuelta del guitarrista al Teatro de la Maestranza casi seis años después de ese inolvidable concierto donde presentó la joya musical Parque de María Luisa y un público entusiasmado por el reencuentro, se presentó Riqueni para afrontar el desafío de llevar su Suite Sevilla -obra compuesta en 1993 para dos guitarras- a guitarra y orquesta sinfónica.
Así, el maestro asumió el trabajo que supone poner su toque sutil al servicio de una pomposa propuesta orquestal recorriendo, junto al resto de músicos, los poéticos instantes, sensaciones y lugares que forman parte de los cuatro movimientos de esta composición, la primera en la que fusionó música clásica y flamenco y que viajó por todo el mundo en la adaptación que hizo en 2011 el Ballet Nacional de España.
Suponemos que escuchar los matices y arreglos que aporta esta nueva instrumentación a una obra propia, dirigida magistralmente por Manuel Busto, debe ser motivo de orgullo para un artista, un goloso capricho. Pero, como espectadores, sentimos que la obra engulle su toque y que perdemos gran parte de lo que nos atrapa de la sonanta de Riqueni. Primero porque inevitablemente pierde naturalidad en pro de la estructura y lo notamos más encorsetado e inseguro que cuando acaricia las cuerdas buscando esa nota ausente que nos sobrecoge. Después porque su enorme musicalidad, la riqueza de sus composiciones y su toque sensorial nos conectan e instalan mucho más rápidamente con su mundo, que es tan nuestro. Si necesidad de más compañía que la de su mirada perdida y sus dedos serenos recorriendo el mástil con sabiduría.
Es decir, es en la cercanía y en la intimidad, en sus silencios, donde el sevillano más nos conmueve y así lo constatamos cuando abordó solo unas soleares y granaínas en las que, más relajado, se le cambió el semblante. Muchas veces, pienso, reconocemos con un acto heroico cuando los flamencos se ponen al frente de una Orquesta Sinfónica, aunque esto no contribuya a engrandecer ni a la obra ni al artista. La pena es que no suceda lo mismo al revés y los músicos se acerquen al flamenco con mucha más trivialidad y menos consciencia. Durante el concierto me pregunto si tendríamos que replantearnos esto porque al margen de la hazaña, de la que desde luego salió victorioso, en esta Suite Sevilla no estuvo el mejor Riqueni. Ése al que ya estamos deseando de ver de nuevo.
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