Texto: Silvia Cruz Lapeña
Fotos: Ana Palma
Del 22 al 25 de mayo se ha celebrado en el Mercat de les Flors una nueva edición de Ciutat Flamenco, con Eva Yerbabuena, Esperanza Fernández, Pastora Galván, Maruja Garrido…
El triunfo de los secundarios
Las fechas del festival Ciutat Flamenco celebrado en Barcelona le pusieron la papeleta muy complicada a la organización: final de Champions el sábado y elecciones el domingo, que tal y como está el patio empiezan a ser cosas muy parecidas aunque el público sea diverso. Algo similar le sucedió al evento, que contó con asistentes de lo más variado que unas veces aplaudieron lo que pudieron y otras, lo que quisieron.
El arranque con el “Ay” de Eva Yerbabuena se prometía feliz, pues las cosas que sabe hacer la granaína caben bien en el gusto del público barcelonés, muy abierto a las nuevas propuestas. Eva concatenó, pero no casó, lo contemporáneo con lo de siempre y el resultado fue una composición de piezas aisladas que, a falta de calor, pedía a gritos una explicación. La fuerza de pies y piernas, la técnica prodigiosa y la estampa poderosa de Eva no suplieron las carencias comunicativas de una función que se quedó en monólogo interior. El público aplaudió a rabiar sus buenas dotes, que acaban de premiar los Max dándole el galardón a la mejor intérprete de danza, y la ovación fue de escándalo aunque el verdadero ardor de este espectáculo se concentró en José Valencia, que cantó como si fuera la última vez de su vida convirtiéndose en el primer secundario del festival en arrebatarle el espacio a la estrella que acompañaba.
El segundo caso sucedió en “Mi voz en tu palabra”, el espectáculo que Esperanza Fernández le ha dedicado a los versos de José Saramago. La reacción del público no fue tan cálida como la que recibió Yerbabuena, y se mostró frío ante una Esperanza que cantó muy bien pero que trajo un show al que le faltó condimento flamenco, rabia, fuego. Esos ingredientes los puso Pastora Galván, que la acompañó con un par de bailes, y gracias a la exquisita ordinariez con la que se mueve y de la que ha hecho sello, se metió al respetable en el bolsillo. Pastora le quitó el protagonismo a Esperanza y lo compartió con Miguel Ángel Cortés, que a estas alturas no toca la guitarra, la posee. El solo que ejecutó mientras Esperanza se cambiaba de ropa consiguió levantar del asiento a un público que en la noche del viernes llegó a parecer inexistente.
Y llegó la rumba
El sábado llegó la juerga al Mercat de les Flors con “Rumba surreal”, un homenaje a Maruja Garrido, la que fuera musa de Salvador Dalí, y a la rumba descarada y desahogada que practicó esta hembra indomable durante los 20 años que reinó en la sala Los Tarantos. Hubo que esperar casi hora y media para que saliera, tiempo más que suficiente para que los secundarios tomaran las tablas y las hicieran suyas. Joaquín el Duende lo hizo gracias a su ‘jondura’ y su entrega y Fuensanta La Moneta al ejercer sus dotes de generala con furia guerrera. Las apariciones de la bailaora, al compás de la guitarra de un Chicuelo fino y pulcro, reventaron las costuras del suelo y dieron fe de que esta mujer tiene el talento repartido por todo el cuerpo. Manos, cara, cintura, cadera, pierna y pie: todo lo ejercitó Fuensanta. La siguiriya con bata de cola fue la locura y costó mucho olvidarse de ella aún al salir Maruja al escenario y recordarnos con su voz repleta de noches que sigue siendo una fiera escénica.
Maruja cantó y bailó con la soltura que solo ella conoce y demostró que ella, más que surreal, es pura carnalidad a fogonazos. Su fuerza y sus acompañantes consiguieron que el público se viniera arriba y convirtieron el espectáculo en lo más divertido del festival.
Buenas actividades, mal sonido
La programación paralela del Ciutat Flamenco cuenta siempre con un público de curiosidad voraz que este año ha disfrutado de buenas perlas. Como muestras, Salao practicando su magia vocal en el metro de Barcelona o el taller de introducción al flamenco de Juan Carlos Lérida donde se mostró el nuevo glosario de términos flamencos en lengua de signos.
Sin embargo, el cuidado y la loable responsabilidad que se tuvo al abrir el flamenco a las personas sordas no se tuvo con el sonido. Muchos músicos se quejaron en voz bajita durante todo el festival pero fue muy evidente también para los asistentes. Es un detalle que hay que cuidar con esmero, tanto como la manera con la que se abre y se cierra una exhibición flamenca como esta. Aunque Eva Yerbabuena tuvo sus baches en la inauguración, es una artista inmensa que eleva cualquier cartel con su conocimiento. No fue el caso de la clausura, a la que no le faltó belleza, pero sí adecuación y enjundia.
El cierre
“Les trinxeres del 1714”, enmarcado en los conciertos del tricentenario que impulsa la Generalitat de Catalunya, se presentó como un homenaje a las capas sociales más desfavorecidas del asedio a Barcelona en la guerra de 1714. Enric Palomar ejerció de director musical y creó unas músicas deliciosas a las que Pere Martínez les puso voz con ‘jondura’ desigual. Pero la propuesta solo contenía tres composiciones centradas en el tema que anunciaba el cartel y pasó inmediatamente a las letras y cantes habituales del repertorio flamenco. Para aumentar la pertinencia del resto de la función se hicieron cosas como presentar el “Carcelero” de Manolo Caracol como un canto “a la impotencia y la libertad” y no como la elegía de un hombre celoso; cambiar a las gaditanas por catalanas en la letra de las alegrías o aflamencar poemas de Narcís Comadira y Joan Brossa, ambos maravillosamente interpretados por Martínez, pero que dejaron la sensación de que se había cogido el flamenco por los flecos.
La gente aplaudió mucho a Pere, que se esforzó y se atrevió con la ejecución de los temas. Pero nuevamente fueron otros los protagonistas de la propuesta: Elisabet Gex, con su viola, David Domínguez a la percusión y Juan Carlos Gómez con la guitarra disfrutaron con sus instrumentos y acompañaron con paternal y amoroso calor al cantante.
Tanto aplauso pedía un bis, que se materializó cerrando las trincheras y el festival al son del “Pena, penita, pena”.