Chick Corea se acerca al flamenco desde su lado más latino en las noches del botánico de Madrid.
José Manuel Gómez Gufi
-¡Pacoooooooooo! Gritó alguien desde el fondo de aquella tribuna enorme de los infames veranos madrileños
-¡Queeeeeeeeeeeé! Contestó el prodigio de la guitarra.
Diez años más tarde se repite la escena sin Paco de Lucía:
-¿Cuanto cuesta la entrada?
-50 euros
-¿Queeeeeeeé?
Le sumas el bocata y las cervezas a cinco euros y compruebas que sí, que hay gente que ha salido de la crisis. Total, hay un ambientazo para ver a la banda de Chick Corea que incluye una rítmica cubana de lustre, una sección de vientos y el corazón flamenco de Jorge Pardo, Niño Josele y Nino de los Reyes.
Ya saben, hay una foto de Chick Corea y Paco de Lucía en la que parece que están bailando un pasodoble, el reportaje lo hizo Chema García Martínez para El País en el festival de jazz de Vitoria. Se estimaban. Chick admiraba a Paco por lo mismo que le seguimos queriendo, el toque, la profundidad, la historia, el orgullo, los amigos, los músicos, las búsquedas, los encuentros, las dudas y mil cosas más. Paco admiraba a Chick por los arreglos y las partituras, porque siempre supo improvisar y por alguna cosa más que nos parece, ahora, incomprensible, como esa introducción del “Spain” con el concierto de Aranjuez. Un tópico subido a otro tópico. Chick apareció en el escenario como un tipo cordial intentando hablar en español emulando ese gesto entre flamenco y torero en el que jugaba con la confusión de “My spanish heart” (1976) que nunca se supo si era español, mexicano, latino, caribeño o qué. En 1962 fue pianista de Mongo Santamaría luego de Willie Bobo y por ahí empezó a componer, en esa época de cambio social y musical, los pianos “latinos” eran liderados por los hermanos Palmieri y Corea se fue hacia el jazz.
El concierto comenzó con una de calentamiento en la que vimos a Jorge Pardo con el tenor en territorios poco habituales. Luego Corea hizo cantar a la banda un par de coros con mensaje al estilo de las orquestas de chachachá. Chick alternaba el piano eléctrico con el piano de cola con el que dominaba con la mirada la sección ritmica presidida por el bajista cubano Carlitos del Puerto, la batería de Marcus Gilmore y encima Luisito Quintero en bongó, congas y percusiones mayores y menores. Muy pronto descubrimos que había un tercer percusionista: Nino de los Reyes, el bailaor ofreció una lección en todos los territorios en lugar de hacer lo suyo y quedarse entre bambalinas, se quedó tocando un tambor detrás de la batería para así no quedarse marginado de la evolución de los demás músicos en el concierto. Eso fue lo mejor del concierto, y lo mejor de Chick Corea fue hacer lucir, arreglar y poner “en talla” a la banda que por momentos destilaba un swing ESPANTOSO (de bueno) con los tacones y el cuerpo de Nino flotando en el territorio Corea. La figura de Paco de Lucía estuvo presente durante todo el concierto, menos en la interpretación del “Ziryab” que fue una montaña rusa.
Poco antes la había interpretado el “Paco de Lucía Project” con las guitarras de Antonio Sánchez y José del Tomate (que había sustituido al bajista Alaín Pérez) Piraña, David de Jacoba, Antonio Serrano y Farruco, el grupo estuvo en su linea e interpretó una versión de “Ziryab” bastante aproximada a la canónica (la original) con duelo de guitarras. Chick Corea intentó el duelo con su piano eléctrico frente a los pies de Nino y la cosa sonó reiterativa y un poco absurda. Afortunadamente estaban Jorge Pardo y Niño Josele que le devolvieron al bailaor un contexto más sensato.
La gira me parece que ha sido interesante, musicalmente nutritiva y enriquecedora para los flamencos pero si comparamos el concierto con el que ofreció Jorge Pardo “Trance” en la suma flamenca por momentos nos quedamos con lo de Jorge, al que le faltaron un par de arreglos (modelo Corea) para armar el colectivo.
En cuanto al Paco de Lucia Project, todo sonó de maravilla con Antonio Serrano asombrando de nuevo con su armónica.