Ciclo “La otra mirada
del flamenco” .
Teatro Pradillo.
30 de agosto a 2 de septiembre
Texto: Manuel Moraga
CON SOLVENCIA, SIN COMPLEJOS
Es un lujo que Madrid tenga en pleno agosto una programación
como la que viene ofreciendo desde hace unos años el
Teatro Pradillo en su ciclo “La otra mirada del flamenco”,
donde los artistas asumen sus riesgos con entera libertad
creativa y sin los corsés de los espectáculos
flamencos de perfil clásico. En estos días cierran
el ciclo tres bailarines de estéticas distintas –y
en ocasiones, distantes- que se encuentran en torno proyectos
comunes de expresión. A ese lujo contribuye también
otra pequeña joya: “Chanta la mui”.
Frente a los argumentos tradicionales de amores, desamores,
pasiones, infortunios y demás estampas arquetípicas
del flamenco, Olga Pericet, Daniel Doña y Marcos Flores
plantean en forma de danza sus reflexiones personales sobre
conceptos como, por ejemplo, el paso del tiempo, esa cuarta
dimensión en que la sociedad moderna está hoy
más esclavizada que nunca.
Con la luz de sala todavía encendida, Marcos Flores
hace un breve taconeo en el escenario y da inicio a la función
con un contundente ¡Chssssssst! … “Chanta la
mui” significa cierra la boca, en caló. Los tres
inician la primera coreografía bailando la banda sonora
de la vida urbana: voces, ruido de gente, algún claxon…
Danza con reiteración de elementos que sirve de hilo
conductor en el desarrollo de la obra y que, como ocurre en
algunas películas de Kubrick, esa cadencia termina
desembocando en una cierta angustia.
Con una exquisita selección musical (grabada, no hay
músicos en directo) y un diseño de vestuario
brillante (firma By Luna), los tres bailarines y coreógrafos
van exponiendo sus ideas, sus frivolidades y sus conceptos
personales del baile en los tres actos que sostienen el espectáculo.
El peso y gusto de Marco Flores, la personalidad y la brillantez
de Olga Pericet y la versatilidad y sensibilidad de Daniel
Doña van brotando en las tablas, con piezas de gran
calidad, como un paso a dos entre Olga y Daniel, rebosante
de delicadeza… O ese martinete de Agujetas bailado por Marcos
Flores con entereza y profundidad… O las espléndidas
interpretaciones de Daniel Doña, pleno de recursos
expresivos.
Daniel Doña, Marco Flores
Olga Pericet
Fragmentos de realidad, incursiones en los sueños,
profundidades psicóticas, escenografía escasa
pero cargada de simbolismo (maniquí de plástico
sin cabeza frente a cabeza de maniquí sobre volúmenes
huecos), son elementos sobre los que trabajan estos tres artistas
para desarrollar sus propuestas. Quizá la iluminación
podría jugar un papel más activo, pero aun así,
las inquietudes de los bailarines quedan perfectamente expresadas
en un espectáculo donde tres maneras de concebir la
danza construyen ideas sin complejos huyendo con solvencia
de los lugares comunes. Si acabas de regresar de las vacaciones,
todavía estás a tiempo de regalarte un pequeño
lujo.