Ciclo «Ases del
Flamenco» Sala Clamores – 9-junio-2005
SIEMPRE ASÍ, SIEMPRE DISTINTO
Texto: Manuel Moraga
Fotos: Rafael Manjavacas
El programa presentaba el interés añadido
de ver de nuevo a Juan Habichuela en el escenario junto a
Chano. Problemas de salud del guitarrista obligaron a su sustitución,
responsabilidad que recayó en otro granadino, Paco
Cortés. La faena no desmereció.
Siendo uno de los últimos eslabones en la transmisión
de la escuela gaditana, Chano Lobato es hoy un cantaor de
culto. No sólo arrastra a los aficionaos más
experimentados, sino que convoca también a curiosos
y a jóvenes que realizan sus primeros acercamientos
al flamenco. Verdaderamente el público está
ganado desde el momento en que aparece en el escenario, pero
no es menos cierto que el buen hacer de Chano levanta inmediatamente
simpatía, cariño y admiración. Verle
lo más frecuentemente posible es un buen ejercicio
flamenco porque, aun teniendo unos esquemas más o menos
definidos, Chano siempre es diferente.
Por ejemplo, distinta fue la presentación. En lugar
de saludar más o menos brevemente y cantar (como suele
hacer), Chano comenzó extendiéndose en sus historias
antes de acometer los tangos, primer palo de la noche. Y ahí
ya nos habló de la Carmen (su ya famosa médico
que le atosiga con los análisis) o del “tesoro”
de Madrid (deseándole a Alberto Ruiz Gallardón
que lo encuentre cuanto antes para dejar de levantar calles).
Distinto
también fue su repertorio que, si bien no suele variar
en la elección de estilos, sí lo modificó
en cuanto a su composición, y así el gaditano
fue regalando al público la malagueña del Mellizo
(últimamente he habíamos visto interesarse más
por Chacón), unas bulerías “pa escuchar”
donde metía fandangos y hasta cartagenera, la liviana
precediendo a la siguiriya o la caña (remate incluido)
cantada por bulerías.
Es digno de subrayar la facilidad con la que Chano Lobato
pasa de un estado de ánimo a otro. Lo mismo cuenta
un chiste que, medio minuto después, se templa por
soleá de manera exquisita, pellizcando, transmitiendo.
E igualmente pasa de la siguiriya a los tanguillos como la
cosa más natural del mundo, dándole a cada estilo
su aire, su gracia o su dramatismo correspondiente.
Como se suele hacer en esta sala, la actuación se
dividió en dos partes. El público puesto en
pie obligó a Chano a dos bises. Es lógico, porque
ver a Chano no sólo se hace corto sino que despierta
permanentemente el apetito para un nuevo encuentro. Aun intuyendo
el contenido básico de cada actuación, el maestro
gaditano tiene el don de sorprender siempre con alguna genialidad.
Porque de genios es la capacidad de permanecer igual, pero
siempre distinto.