Espectáculo: ‘Centenario Antonio Ruiz Soler’. Ballet Nacional de España. Director: Rubén Olmo / Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Director musical: Manuel Coves. Coreografías: Antonio Ruiz Soler (‘Sonatas’, ‘Zapateado’ y ‘Fantasía Galaica’. Rosario y Antonio (‘Vito de Gracia’); Rubén Olmo (‘Taranto y Caracoles’), Miguel Ángel Corbacho (‘Martinete y Zorongo’) y Carlos Vilán (‘Asturias’). Bailarines Principales Invitados: Esther Jurado, Francisco Velasco; Primeros Bailarines: Aloña Alonso, Inmaculada Salomón, Antonio Correderas, Sergio García, Eduardo Martínez. Solistas: María Fernández, Débora Martínez, Miriam Mendoza, José Manuel Benítez, Albert Hernández, Carlos Sánchez. Más el Cuerpo de Baile del BNE. Músicos: Saray Muñoz, Gabriel de la Tomasa (cante) y Juan José Amador ‘el Perre’ (cantaor invitado); Carmen Solís (soprano invitada); Enrique Bermúdez, Jonathan Bermúdez, Diego Losada y Víctor Márquez (guitarra); Roberto Vozmediano (percusión); Juan Álvarez, Jose Luis Franco y Marcelino López (piano). Lugar: Teatro de la Maestranza. Fecha: Jueves, 15 de abril. Aforo: El permitido.
En Sevilla la tarde ayer estaba nublada. Al palpable agotamiento físico y emocional que todos arrastramos después de un año de pandemia (y sus evidentes consecuencias) se le suma estos días la tristeza de la no-feria que llega y el último anuncio del endurecimiento de las medidas restrictivas que obliga a cerrar bares y locales antes de la hora en que empiezan a apetecer los caracoles. Menos mal que vino Rubén Olmo con el Ballet Nacional de España y la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla a estrenar en el Teatro de la Maestranza el ‘Centenario Antonio Ruiz Soler’ y a recordarnos que podemos seguir presumiendo de ciudad, de talento y de legado. No ya sólo por la riqueza de la obra que dejó el carismático genio, sino por la sabiduría con que ha sabido recoger su espíritu otro sevillano, el respeto y el reconocimiento que mostró un público entregado y emocionado, y la excepcional capacidad de gestión del equipo del teatro que horas antes tuvo que improvisar la redistribución de las butacas para adaptar el aforo a las nuevas medidas ampliando a cuatro días las funciones.
Así, en esta espectacular y extensa propuesta con la música en vivo de la ROS, dirigida por Manuel Coves, y un excepcional y numerosísimo elenco de bailarines, vimos algunas de las coreografías célebres de Antonio El Bailarín (1921-1996) sobre músicas de Soler, Albéniz o Sarasate y, sobre todo, comprendimos por qué fue y sigue siendo considerado el gran maestro de la danza española y uno de los artistas que más han influido en su evolución en el siglo XX.
De esta forma, para el homenaje al que fuera también director del BNE entre el 80 y el 83, Rubén Olmo reúne montajes fieles al original de piezas claves en su trayectoria como las Sonatas del Padre Soler, una exquisita y dificultosa coreografía con la que se abrió el telón, el zapateado de Sarasate, que interpretó magistralmente el sevillano Francisco Velasco con el foco de luz únicamente sobre sus piernas y fue uno de los momentos más ovacionados de la tarde, o la colorista y cinematográfica Fantasía Galaica, con que se terminó de evidenciar la gran aportación de Antonio en estilos distintos como al escuela bolera, la estilización del flamenco o el folclore, en este caso gallego.
Asimismo, el programa recoge recordadas coreografías como el Vito de Gracia, donde el sevillano y la bailaora Miriam Mendoza hicieron alarde pulcritud técnica y virtuosismo en el mítico paso a dos de poses imposibles que interpretara Antonio con Rosario y que dejó a los espectadores sin palabras. O la imponente pieza del solo Leyenda, coreografía creada por Carlos Vilán para la composición Asturias de Isaac Albéniz, imprescindible en los espectáculos del genio y que aquí recordó con llamativa elegancia la bailaora Esther Jurado.
En cualquier caso, al margen de representar a la perfección el enorme legado del bailarín, coreógrafo y director “más completo de la historia” a través de estos montajes que renovaron la forma de bailar y de entender nuestra danza (también con parte de la escenografía y vestuario original y una iluminación excelente), lo más interesante del homenaje son las creaciones Estampas Flamencas donde Olmo y Miguel Ángel Corbacho se fijan en la estética, las formas y el carácter de Antonio para, desde ahí, inspirarse y proponer nuevas piezas como el intenso y profundo taranto que ejecutó el director del Ballet con remate por tangos, el martinete rotundo y seco con que Corbacho se acordó del maestro o los luminosos caracoles que bailaron las mujeres en bata de cola y mantón. También el guiño por sevillanas con que finalizó esta parte y a cuyas palmas se sumó entusiasmado todo el patio de butacas, como queriendo decir que nos podrán quitar todo, menos lo bailao.