A la salida caía un chaparrón y los espectadores opinaban con entusiasmo de los diferentes aspectos de lo que acabábamos de ver. Comenzó Antonio Moreno (Utrera, Proyecto Lorca) al vibráfono con una interpretación de aire contemporáneo (modelo mediados del siglo XX). Ponerle fecha a la “contemporaneidad” es importante. El lenguaje que utiliza es deliberado: es un percusionista de vanguardia. Con un instrumento más pequeño un músico de jazz desarrolla un swing de época. Sean Lionel Hampton a Gary Burton entre los que hay notables diferencias en el lenguaje “jazzistico”, aunque podemos decir que ambos tienen swing, de momento Antonio Moreno rechaza ese concepto. Está tocando otra cosa, sin swing.
Algunos de los pasajes de “Carretera de Utrera a Jerez” (estreno absoluto) formaron parte de otros espectáculos así que esto es un popurrí, un grandes éxitos en el que el hilo conductor es Pedro G. Romero que ha ido dotando de “aparato” conceptual a discos y espectáculos.
La bailaora Leonor Leal (Jerez, 1980) es la pareja del percusionista con el que realiza espectáculos como “En talleres” en los que destaca el juego teatral con infinidad de objetos. Me cuenta un colega que la vio bailar con bata de cola y que también llevaba un añadido en el pelo porque estaba mal visto en los tablaos lucir flequillo. Su lenguaje estético bascula entre un flamenco elegante vestido de calle y las vanguardias.
Alfredo Lagos (Jerez, 1971) es un guitarrista de concierto y de acompañamiento del flamenco clásico al contemporáneo. Lo hemos gozado junto a su hermano David y con Carmen Linares, Enrique y Estrella Morente y un largo etcétera de indiscutibles.
Juan Jiménez (Utrera, 1976) es un saxofonista de clásico. Le pregunto: ¿Por qué me ha sonado tanto tu saxo tenor a Pedro Iturralde?. El músico no se ofende y me explica que su carrera es de conservatorio académico y que fue elegido por el propio Iturralde para grabar su obra.
-Yo no soy un músico de jazz, dijo Jiménez
-Por eso mismo , contestó Iturralde.
Aquí es donde hay que precisar que Iturralde era sobre todo un músico académico y que su aproximación al jazz fue tangencial. Por supuesto fue un pionero de nuestro jazz y grabó dos discos de flamenco-jazz en los que apenas había jazz, Paco de Lucía fue el que añadía flamenco. Iturralde nunca incorporó el repertorio “flamenco” a sus conciertos en teatros y clubes. De hecho nunca vimos a un músico con un espíritu tan poco flamenco. En la parte jazzistica le salvaba tocar dos saxos a la vez, que fue una anécdota que nos condujo hasta Ronald Kirk. Me cuenta Jiménez que Iturralde explicaba que nunca hizo flamenco, que lo suyo era “andalucismo”. Es decir “la cadencia andaluza” que antes habían utilizado Coltrane y Miles Davis.
Pero lo importante de cara a los lenguajes que se desarrollan en el espectáculo es que Jiménez nunca ha querido ser un músico de jazz. Valora el Coltrane atonal pero a la hora de tocar por solea…”no le muevo una coma al cante de Fernanda de Utrera”.
En resumidas cuentas: Tenemos a un catedrático de percusión que niega el swing para empezar a hablar con los tambores, tenemos a una bailaora que conjuga el flamenco y las nuevas formás con elegancia y flequillo. Tenemos a un saxofonista que sigue a la academía clásica sin dejarse llevar por los delirios emocionales del jazz ni de la atonalidad. Tenemos a un guitarrista para todo y nos falta PERRATE un cantaor tardío que se tomó su tiempo en florecer y cuando lo hizo se convirtió en un hombre libre, como los cimarrones que se echan al monte para liberarse de la esclavitud. Hijo, sobrino y nieto de ilustres “luminarias” que han fraguado la historia del cante, Perrate ha decidido cantar la historia a su manera. Cantó el romance de Melisenda y también una chacona. Asuntos ambos pre-flamencos que seguramente nuestros “abuelos” sitúan en el llamado “periodo hermético” y que nuestros protagonistas se encargan de iluminar por el camino que mejor nos gusta transitar: el de contar nuestras alegrías y compartir las penas.
Ese camino pasa por la chacona que Perrate transforma a su antojo para hacer un baile de negros y gitanos. Un cante que nace del dolor de las cadenas pero que se expresa en jacarandosa libertad y es ahí donde descubrimos que al jondo hay sitio y que las convenciones estéticas de los lenguajes musicales se van al carajo y los músicos se transforman y se dejan llevar por el grito y el baile, el percusionista adquiere swing, las caderas de la bailaora insinúan cosas que no nos habíamos atrevido a pensar…y el saxofonista sopla pensando en Fernanda de Utrera.
Antes de que estalle la revolución en los cuerpos, en las lenguas y en los bailes. Recordamos a los dadaistas y Perrate canta un galiamitas de palabras inventadas por el viento. Luego se levanta de la silla y entona un monólogo de milonga, nostalgia y tango como preludio de su ¡Infundio! Un disco que merece la pena rescatar del fracaso y del olvido. Canta una copla muy adecuada a los tiempos que corren: “Yo quisiera tener una máquina del tiempo y darle palante y patrás reviviendo estos momentos”. Luego siguió por tangos hasta desembocar en “Djambo” de Dizzy Gillespie una adaptación del yoruba afrocubano que Perrate se lleva a su territorio y a todo el elenco detrás. Y todos empujan en la misma dirección y ahora todo tiene swing y todo camina como tiene que ser y todos hablan la misma lengua.
Hasta a Pedro Almodóvar se le movía la melena. Es evidente que la puesta en escena es mejorable si la comparamos con las maravillas que vimos con Ana Morales y Estevez & Paños. Tras los saludos el bis se celebró con “Tres golpes” y nos fuimos empapados de futuro. Lo repito: Al jondo hay sitio.
Fotografías & vídeo: @Manjavacas.flamenco
LEONOR LEAL, PERRATE, ALFREDO LAGOS, PROYECTO LORCA. “CARRETERA UTRERA-JEREZ”. Teatro del Canal. Madrid. Suma Flamenca. Leonor Leal, bailaora. Perrate, cantaor. Alfredo Lagos, guitarrista. Juan M. Jiménez, saxos (Proyecto Lorca). Antonio Moreno, percusiones (Proyecto Lorca). Pedro G. Romero, aparato. Cisco Casado, producción. Carmen Mori, luces. Mañu Meñaca, sonido.