Texto: Pablo San Nicasio
Fotos: Annemiek Rooymans
Cante: Carmen Linares Guitarra: Salvador Gutiérrez Percusión: Antonio Coronel. & Nederlands Blazers Ensemble
La Bienal de los Países Bajos 2013 ha nombrado, elegido, escogido… lo que quieran, artista 'residente' a Carmen Linares. Es decir, que no se puede ser ya más flamenca que en los Países Bajos. Ella es el eje de una programación que, no solo sobre el papel, sino también sobre el ambiente, parece más que apetecible.
Venir a Amsterdam es encontrarte con los artistas en tu hotel, empaparte con ellos de sus vivencias, conocer a sus seguidores (que los hay) y comprobar cómo Ernestina, la jefa del asunto, se ha dejado la piel en conseguir un ambiente insuperable cada dos años. Porque aquí hay un pre, un durante y un post concierto. Con agasajos y actuaciones para los aficionados en los aledaños de cada evento. Una envidia. Ernestina debería pasarse por los cuarteles generales de otros megaeventos ibéricos y sentar cátedra.
En la recta final del ciclo holandés Carmen Linares trajo a la capital un experimento en forma de arreglo instrumental (sobre todo, pero no sólo) de viento, a sus creaciones más poéticas.
Sobre las tablas del vanguardista Muziekgebouw una arriesgada mezcla. La de un potente grupo camerístico y esencialmente académico 'Nederlands Blazers Ensemble', cada uno con su atril y partitura. Y Carmen Linares con su Salvador Gutiérrez y Antonio Coronel, con menos que leer sobre el papel, pero más flamenco en la cabeza que todos.
Paco de Lucía dijo en el ya mítico «Rito y Geografía del Cante» que sus experimentos eran, de entrada, equivocaciones. Hace cuarenta años. Sobre esas premisas trabajamos.
Y es que con los experimentos puede pasar de todo, pero en este caso esencialmente se solventó la papeleta sobre unos importantes arreglos y una más que brillante elección del repertorio y orden final. Sabían lo que se traían entre manos.
Iniciado por granaína con 'Asesinado por el Cielo», Carmen sobrellevó con maestría un conjunto de temas que alternó el flamenco con la estética camerística de un grupo con músicos bastante notables.
Con dudas iniciales, escasez de dinamismo en el suceder de temas y muchísima más estética impresionista que flamenca, el número no arrancó realmente hasta que la toná con letra de Valente hizo calor en una sala que ni sabía cuando aplaudir. Pero la extraordinaria «Milonga del Forastero» marcó un antes y un después. Absolutamente lograda.
Lorca, ecos mexicanos, recuerdos a Mompou y una petenera grande y chica (con letra de la propia Carmen) terminaron de calentar a un público de por sí más educado que visceral. Locura que notó el fandango con letra de Ortiz Nuevo y la preciosa siguiriya final. Programa de versatilidad propia de un concierto clásico o festival flamenco.
Pero es que además hubo dos bises, en forma de zorongo y «Anda Jaleo» lorquianos. Para los holandeses y los que no éramos tanto, un fenomenal regalo.
Hubo patada y alegría, post concierto y muchas ganas de aprender de los Países Bajos, flamencos.