Carmen Ledesma y Amador Rojas, realidad vs. ficción

Amador Rojas Carmen Ledesma

Amador Rojas Carmen Ledesma

Texto: Sara Arguijo

Fotos: Remedios Malvarez

Título: Próxima parada, Sevilla. Baile: Carmen Ledesma y Amador Rojas. Cante: Antonio Campos y María Vizárraga. Piano: Ramón Santiago. Guitarra: Eugenio Iglesias. Percusión: Luis Amador. Ciclo: Jueves Flamencos de Cajasol. Fecha: Jueves 22 de marzo de 2018

Carmen Ledesma salpica vida a cada paso. Su cuerpo es en sí mismo un relato de experiencias propias que, al andar, arrastra inevitablemente recuerdos y emociones. Como si en cada una de las puntillas de sus tacones llevase adheridos sus triunfos y sus fracasos y los recordase en cada zapateado. Así, mira y una percibe lo que ve. Apunta y rápidamente se intuye hacia dónde van los tiros.

De alguna forma, lo que atrapa de la artista es que su propuesta expresa siempre su forma de estar en el mundo. Practicando un flamenco honesto y consecuente, que prescinde de los filtros con los que hoy queremos disfrazar a toda costa las supuestas imperfecciones. Al contrario, Ledesma huye de ese tinte de impostada belleza y se afana por encontrar la hermosura de todo aquello que tenemos a alcance. Por eso, le baila a las cosas que existen y sólo persigue alcanzar aquello que puede sujetar con su mano sin titubeos. No por conformismo, sino por inteligencia. Gitana de hierro, como le cantaba Campos por bulerías, en uno de sus arranques de genio.

Amador Rojas, por su parte, es un bailaor pomposo. Su baile plagado de giros, de efectos y hasta de piruetas casi circenses sí aspira a lo intangible. Optando en todo momento más por la teatralización del mensaje, la ficción, que por el método expresivo que llama a buscar en uno mismo.

Es verdad que comparte con Ledesma el que es un bailaor personal, original en algunas de sus ideas, y practicante de una libertad que hoy día se agradece. Pero en esta ocasión resultó excesivo. Quizás porque es difícil para el espectador adentrarse en dos conceptos de baile tan distintos y frente a tantos elementos superpuestos (sillas, mantones, cantaores que se levantan y se sientan, luces a veces sin sentido…).


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