Texto: Sara Arguijo
Fotos: Oscar Romero / La Bienal
Dirección musical y guitarrista solista: José María Gallardo Piano: Moisés Sánchez Guitarras: Jesús de Rosario, José del Tomate Percusión: Israel Sánchez «Piraña» Colaboración Especial: Lole Montoya y Parrita – Real Alcázar – Jueves 22 de septiembre
Copla de partitura
“Ya, si entretenido ha sido… pero para entretenerme pongo la tele”, le decía un hombre a su mujer saliendo del Alcázar. Ante mi inevitable sonrisa llegó el intercambio de opiniones. –Es que ha sido todo igual, ¿no? Podrían haber hecho otra cosa, yo qué sé, Entre dos aguas… me comentaban. Expliqué que la idea era distinta, que de lo que se trataba era de llevar a escena el disco póstumo ‘Canción Andaluza’ de Paco de Lucía que él nunca pudo interpretar en directo. Claro que mientras hablaba me iba quedando claras dos cosas. Una que gran parte del público compra la entrada atraído por un título o por un nombre sin saber realmente lo que va a ver. Y dos que el que busca a Paco quiere encontrarse con él. De ahí la decepción.
José María Gallardo es un músico genial que ha asumido la dirección de la propuesta, que antes iba a recaer sobre el sobrino del de Algeciras, José María Bandera, y lo ha hecho de una forma completamente digna, elegante, acogiéndose al legado de Paco. De especial belleza fue su interpretación, junto al excelente pianista Moisés Sánchez, del María de la O y de Ojos verdes donde nos subió a caballo y nos dio lumbre a través de sus cuerdas. Pero es que la copla es otra cosa y de Paco qué vamos a decir.
Es decir, la intención y la pulcritud de Gallardo y Sánchez no consiguió sostener un concierto estático, frío y muy poco flamenco en el que, además, hubo tiempos muertos, cierta desubicación y problemas de sonido que enturbió, por ejemplo, el Adagio del Concierto de Aranjuez con el que Gallardo quiso agradecer al maestro “que me cambiara mi vida, mi destino y la percepción de la música”.
Definitivamente no ayudó que quienes venían a refrendar las penas y alegrías de los clásicos escritos por Solano, Quintero, León y Quiroga estuviesen más pendientes de leer las letras del atril que de golpearnos el alma con esas historias. Tampoco en los tangos estuvo Lole Montoya brillante esta noche, aunque su eco nos traiga al presente memorables cantes lejanos. Ni Parrita, a quién había muchas ganas de ver en la Bienal, levantó al público del asiento pese al sabor que aún conserva en su garganta.
Porque, repetimos, la copla es la tragedia, el exceso, la pasión, la emoción directa, una visión de la vida en sus extremos; una bibliografía imprescindible para entender a este país; la narración feroz de esta Andalucía que pena, penita pena; un recuerdo de niñez; la nana del sur. Todo lo que Paco quiso homenajear imprimiéndole -claro- la fantasía, el color, los aromas, el desconcierto, el frenesí, el pulso, la profundidad y la conmoción que tenía en su guitarra. Exactamente lo que nos faltó.