Ficha artística. El arte de su vuelo. Cante: Calixto Sánchez y José de la Tomasa. Baile: Pepa Montes. Guitarra: Eduardo Rebollar, Juan Ramón Caro y Ricardo Miño. Cante para el baile: Arcángel, Segundo Falcón y Mari Peña. Palmas: Bobote. Lugar: Teatro de la Maestranza. Fecha: 9 de septiembre de 2018. Aforo: 1 tercio
Sara Arguijo
Especial – La Bienal de Flamenco – toda la información
¡Qué injusta y atrevida es la ignorancia! Sinceramente no puedo comprender que casi dos terceras partes del Maestranza estuviese vacía con un cartel que conjuga tres nombres imprescindibles para entender la historia del flamenco y la de Sevilla. Por mucho, primer error, que el teatro no fuese el oportuno (esto era para el Lope) y que el mismo día, segundo, estuviese programado uno de los espectáculos más esperados de la Bienal con horarios solapados.
¿Qué está pasando? ¿Dónde está la afición? ¿Dónde se han quedado los cientos de alumnos a los que estos tres maestros han enseñado todo lo que queda de verdad en esto de lo jondo? Porque, señores, si ustedes no se emocionan con la voz inmaculada de José de la Tomasa, la sensibilidad de Pepa Montes y la elegancia de Calixto Sánchez, si no reconocen su legado y no son capaces de valorar su profundo y largo conocimiento, es que sencillamente no tienen afición.
Como digo, estos tres nombres engrandecían las programaciones de las primeras bienales cuando el flamenco no llegaba a tantos sitios ni a tanta gente y lo volvieron hacer este domingo dando una lección de saber estar, de magisterio y de compromiso.
Los tres salieron a escena especialmente nerviosos por los años que llevan sin pisar las tablas y por el absoluto respeto que le tienen al público y al arte. Y aun así, o quizás también por eso, nos dejaron momentos mágicos que serán históricos porque representan un clasicismo que parece estar desapareciendo.
“Uno hace lo que puede pero lo importante del cante es el regusto y la sabiduría”, decía el de la Alameda durante un recital en el que una vez más nos enseñó cómo se cuenta el cante. El de la Tomasa se rebuscó constantemente dejando clara “la bandera de mi sangre”, que ahora continúan su hijo Gabriel y su nieto Manuel, “que no se harán nunca millonarios ni falta que les hace”, comentaba. Para terminar, unas seguiriyas que son “el himno de mi familia”, a pelo, directas, clavando las notas desde los riñones.
Le siguió Pepa. Primero para derrochar delicadeza en un garrotín lento donde sus manos parecían ser una extensión de las cuerdas de la guitarra dolorosa de Ricardo Miño y luego para hacernos retroceder décadas con unas alegrías en la que fue, a ratos una paloma y a ratos “la Giralda”, como le jaleaba Mari Peña.
Alegrías de bata de cola blanca y mantón que ella iba meciendo y moviendo, con las lágrimas de la sonante de Miño como telón de fondo y con el cante entregado de dos primeras figuras como Arcángel y Segundo Falcón que quisieron acompañar a la “señora” en lo que acabó siendo un regalo para todos. Mágico.
Por último, un Calixto inspirado que confesó la impresión de volver a pisar el Maestranza –“menos mal que no os veo”, bromeó- pero al que no se le notó nada en la voz. “La tienes igual que antes”, le gritaron entre el público entre vítores de “grande” y “maestro”. Da gusto escuchar sus infinitos registros y su muestrario de estilos, tan acostumbrados como estamos a que los cantaores se repitan constantemente. Le escuché las soleares y sus tientos-tangos y me tuve que ir con la pena de ver el final para llegar a Guerrero a tiempo. Pero lo dicho, ¡ole los que saben!
Fotos: Oscar Romero – La Bienal