Texto: Isaac Rodriguez
Fotos: Rafa Manjavacas
Fotos Blanca del Rey: Paco Manzano
COMO UNA NOVIA
Festival Suma Flamenca Blanca del Rey 7 de junio 2012 – Teatros del Canal |
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La sala Roja de los Teatros del Canal estaba llena a rebosar para despedir a la gran bailaora; en una noche de duende, de besos y de pleitesía. Blanca, radiante, como una novia, nos regaló su último vuelo del mantón por soleá. Dicen que ese mantón de flecos pesa más de veinte kilos, pero en sus manos es pluma de colibrí. Prolongación divina que se vuelve azor, abanto, cóndor. Blanca del Rey es reina sin querer, y sus jóvenes discípulos –ahijados, más bien– le rinden vasallaje de cariño. No sé muy bien por qué decide colgar los trastos esta dama del baile, cuando sigue pareciendo una quinceañera en el tablao, por lo guapa y lo elegante, por su figura de agua, y porque disfruta bordando y contemplando, queriendo y haciéndose querer. Digo yo que nos podía seguir deleitando muchos años más, aunque solo fuera de vez en cuando, con su baile magistral. La soleá de Blanca fue el colofón del espectáculo. Antes había actuado un ramillete de jóvenes bailaores –léase también bailaoras– que ya son un referente en el flamenco actual: Adrián Sánchez, poderoso por alegrías; Belén Maya, con su arte racial en las bulerías por soleá; Jesús Fernández, templando la caña con su brisa gaditana; Manuel Liñán, exultante por tangos; y Olga Pericet y Marco Flores, en comandita, cocinando unos caracoles de extraordinaria belleza plástica y con absoluta compenetración. Todos con su sello propio, pero todos con entrega total y sin salirse un palmo de la más estricta ortodoxia flamenca, donde el gusto se adivina en los matices.
Y aunque sólo sea en telegrama, es obligado nombrar a todos los componentes del cuadro de acompañamiento, esos que cada noche se dejan la piel en el Corral de la Morería y que hoy sirvieron al baile con especial entrega: Perrete, Yeyé de Cádiz y Cuquito de Barbate, al cante; y Felipe Maya, Antonio “El Muñeco” y Pino Losada, en la bajañí. Con un remate por fiesta, donde se hizo más evidente la camaradería y la sincera admiración que reina entre todos, y con una lluvia de claveles, terminó el espectáculo, tan de verdad como emotivo. Una borrachera de buen baile y una lagrimita de condecoración. Pero el homenaje a Blanca no empezó ni terminó en el teatro del Canal. Ya el día anterior, tras una comida fraternal en su querido Corral de la Morería, la genial cordobesa se ganó un caluroso y dilatado aplauso tras un breve discurso de agradecimiento, emocionado, humilde y sincero, del que se me antoja destacar sólo una frase: “siempre he vivido en la discreción absoluta”. Sí, la discreción y la modestia de los que son maestros de verdad. También en su tablao, un rato después del éxito que supuso la función que reseñamos, y que sirvió de pórtico al séptimo Festival Suma Flamenca de la Comunidad de Madrid, siguió la fiesta y se alargó el disfrute con mucho más baile fetén: el del cuadro de la casa, el de una jovencísima y enduendada bailaora murciana que responde al nombre ce Cintia Cano, y el de muchos de los que venían de sudar en el teatro, ahora ya relajados y felices como niños de colegio, con Blanca del Rey como una colegiala más, disfrutando y saboreando la noche, su noche. Pero también, como la alma mater que infatigablemente ha sabido educar en el arte del bien estar a sus pupilos, a los que crecieron para el bien estar del arte flamenco al calorcito de su mantón de plumas, de su edredón de sonrisas. Radiante, radiante, como una novia.
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