Texto & fotos: Rufo
Apertura institucional. La Voz del Flamenco: Manuel Curao –
Homenaje de la Bienal a La Cañeta de Málaga
«La Moneta, paso a paso» – El Pele & Javier Latorre artistas invitados.
Anoche arrancó la IV edición de la Bienal de Arte Flamenco de Málaga, pero no lo hizo por todo lo alto como algunos esperábamos. Lo mejor de la noche no estuvo en lo artístico, más bien en los reconocimientos, en las palabras, en lo que las instituciones deben a este arte. Ayer en el Teatro Cervantes se continuó haciendo justicia con una de las artistas más grandes que ha dado la tierra del boquerón y el sol, ayer era el día para homenajear a la gran Cañeta de Málaga, artista de artistas donde las haya. Antes hubo un merecido recuerdo a su primo recientemente fallecido, Gabriel Campos «El Tiriri», por parte del presidente de la Diputación Elías Bendodo.
Manuel Curao fue la voz del flamenco, dejando un discurso memorable de lo que es nuestro arte, del valor que realmente tiene y del que realmente le damos. Que verdad tan grande espetó: «los niños de Andalucía tienen que conocer a Paco de Lucía, Fosforito, La Cañeta o El Tiriri antes que a Mozart o Beethoven».
Emocionada, Teresa «La Cañeta» salió al escenario para en primer lugar pedir disculpas por tener el brazo un poco «distraído» y no poder brindar unos cantecitos a su público, y en segundo lugar para recibir una estatuilla conmemorativa de manos de Bendodo. Finalizó su discurso con el arte que la caracteriza, emplazando al público a comerse una «cazuela de fideos» una vez terminado el acto. El Cervantes se venía abajo con las carcajadas.
El homenaje artístico corrió a cargo del malagueño Chaparro, quien tantas veces puso sus notas al servicio del cante de la perchelera. Chaparro es el capitán general del toque malagueño y dejó dos toques para el recuerdo: soleá y rondeña.
Llegó el turno para el primer espectáculo de esta IV bienal, de la mano, y ya puestos también de los pies, de Fuensanta La Moneta. La granaína inauguró tan magno evento con su espectáculo Paso a paso, que ya presentara en la pasada Bienal de Sevilla y en la Suma Flamenca, algo que desde luego desmerece en parte al evento malagueño. Pase que el presupuesto no dé para muchos estrenos absolutos, pero desde luego el espectáculo inaugural lo merecía, ¿no?
Olvidando este detalle, y ya metidos en el plano artístico, me aburrí. Fuensanta es una bailaora realmente espectacular, con un cuadro de primera categoría, pero el espectáculo se me hizo pesado y sobre todo lento. Quería encontrarme con La Moneta más racial y me topé con la más clásica. Póngase por delante que ella es flamenca haga lo que haga, pero esta función tiene una importante carga contemporánea. Ya en su salida por farruca y malagueña del Mellizo dejó entrever lo que nos esperaba. El éxtasis artístico de la noche lo puso Miguel Lavi con el romance de Bernardo El Carpio, que en su día nos legara El Negro del Puerto. Miguel arrancó los «oles» de un público algo frío, retorciéndose en cada tercio; sonando negro, sonando flamenco. Ya con todo el cuadro sobre el escenario (Miguel Lavi, El Mati y Juan Manuel Tirado al cante; Luis Mariano al toque y Cheyenne a la percusión) caminamos entre soleares apolás con la colaboración inmejorable de Javier Latorre en el baile. Fue bonito ver al maestro bailar con la discípula.
Otro de los momentos de la noche lo puso El Pele, un monstruo devora-escenarios. Así fue. Las tonás dieron paso al baile por seguiriyas de Fuensanta, ambos nos deleitaron con una conexión total. El «reniego» del cordobés aun retumba en las paredes del Cervantes. No cabe duda que la cosa fue mejorando con el paso del tiempo. El cantaor Juan Manuel Tirado puso el interludio al baile con un cante por granaína versión Camarón que culminó con la rondeña del Gallina y fandango de Frasquito.
En la recta final vimos a La Moneta más flamenca. Esculpió formas gitanas en los tientos y tangos, poniendo la raza y la expresividad que atesora y culminó con unos jaleos extremeños rodeada de su gente, dejando muestras de su mejor versión. No quiso dejar pasar El Pele la oportunidad de hacerse unos cantecitos y darse su pataíta para terminar de levantar el patio de butacas del teatro, que para ser sinceros, lo pasó bien en una noche un tanto grisácea.