Título: ‘Algo salvaje. La historia de Bambino’ Dirección y guion: Paco Ortiz. Fotografía: Elisa Moreno. Música: Pitingo, Bolita. Sonido: Alonso Velasco. Dirección de Arte: Pilar Angulo. Intérpretes: Miguel Clavijo, Luis Alberto Domínguez, Los del Río, José Mercé, Enrique Bunbury, Antonio Carmona, Pitingo. Producción: José Carlos de Isla. Compañía Productora: Sarao Films S.L.
Cualquiera que conozca algo de la trayectoria de Bambino, tenga una idea de su periplo personal, detecte todavía sus destellos en muchos de los nombres que vemos triunfar en los escenarios y, sobre todo, sea capaz de valorar la enorme huella que ha dejado en la música sabe la dificultad y el riesgo que conlleva abordar una figura de su grandeza, personalidad y complejidad. Primero para no caer en tópicos y obviedades. Luego para no hurgar innecesariamente en lo sensacionalista. Y, sobre todo, para construir un relato serio y seductor, que esté a la altura del protagonista, y contribuya a acercar y dar a conocer su vida y su obra a todo tipo de espectadores.
Es decir, contar quién fue Miguel Vargas, lo que llegó a ser y no fue o cómo pervive en el tiempo, como pretende el documental Algo salvaje. La historia de Bambino que se estrenó este miércoles en el Festival de Cine de Sevilla, requiere un exigente ejercicio de documentación, reflexión, contextualización y profundización sobre su perfil, su entorno, su época, sus orígenes, etc… Y también de una mirada propia que enfoque, sirva de hilo conductor de la trama y permita sumergir al espectador en su universo.
Sin embargo, lo que encontramos en este trabajo de Paco Ortiz, que se centra en la etapa gloriosa de este artista de artistas en el Madrid de los sesenta y setenta y aborda someramente su posterior regreso a Utrera y retirada, es una sucesión en entrevistas a artistas mediáticos como José Mercé, Pitingo, Bunbury o Antonio Carmona, algunos compañeros de profesión y gente cercana, familiares (los menos) y periodistas, críticos musicales o antropólogos como Cristina Cruces, Fidel Moreno o Silvia Cruz Lapeña sobre los que se construye prácticamente toda la narrativa.
Unos testimonios, con llamativas ausencias (no se entiende por ejemplo que no esté María Jiménez) y presencias superfluas (¡Máximo Valverde!) que, a falta de un guion coherente y estructurado, terminan resultando, salvo excepciones, reiterativos e incluso contradictorios.
De hecho, a pesar de la división por capítulos (como rey de la rumba, rey de las gasolineras o sus amores salvajes…) la cinta, lejos de explicar la dimensión del artista y sus particularidades, desvela lagunas argumentales que dejan completamente perdidos. Como si en un peligroso intento de “no molestar” a nadie y de no romper esas malditas paredes que deberían estar derribadas, se hubiese optado por lo cómodo, lo predecible y lo naif (de lo contrario, no se entiende el infantil recurso de la metáfora cósmica que compara a Bambino con una estrella en la galaxia flamenca). Asemejándose más el resultado a un reportaje de televisión, tipo El legado o Lazos de sangre, que a un ambicioso proyecto cinematográfico.
En este sentido, echamos de menos una estética acorde con este artista, absolutamente transgresor, rompedor, arrollador y magnético, como sí hemos visto en proyectos Arde Madrid, La Veneno o la más reciente Lola, por citar algunos ejemplos.
Igualmente nos faltan referencias de su tierra -oler, respirar y sentir más a Utrera-, más que nada porque Bambino no sería Bambino sino hubiera nacido en el pueblo de Fernanda y Bernarda. Y nos sobra una ficción, que quiere recrear al rey de la fiesta en una sala Holiday desangelada y con un actor poco creíble para un papel tan carismático.
En definitiva, de este Bambino nos quedamos con sus actuaciones en directo donde vuelve a conmovernos con su verdad trágica, las entrevistas en las que declara “estar cansado de actuar, de cantar nunca”, con muchos de los apuntes que sugieren los expertos y con algunas anécdotas, sobre todo, de sus conocidos y músicos. Pero esto no es cine y Bambino se merecía algo a la medida de su arte.