Argentina «Dicen que fue un te quiero» – Jueves Flamencos Cajasol de Sevilla

Argentina - Jueves Flamencos Cajasol

Argentina - Jueves Flamencos Cajasol

Texto: Sara Arguijo
Fotos: Remedios Malvarez

'Dicen que fue un te quiero' – Guitarras: José Quevedo «Bolita» Palmas: El Torombo y Los Mellis. Jueves Flamencos Cajasol de Sevilla

'Dicen que fue un te quiero' – Guitarras: José Quevedo «Bolita»  Palmas: El Torombo y Los Mellis. Fundación Cajasol. 

Argentina, la honestidad del cante

Vale. Lo que vino a hacer Argentina al sevillano ciclo de los Jueves de Cajasol podría haberse llamado ‘Dicen que fue un te quiero’ o de cualquier otra manera. De hecho, hay quienes lamentaban lo poco novedoso de la propuesta, un remix de su disco anterior y del que está por salir que, por otro lado, no deja de ser una selección en directo de temas interpretados ya por la cantaora. Pero, claro, qué más da cuando lo que suena se siente distinto. 

Argentina confesó en la rueda de prensa previa que con ‘Un viaje por el cante’ había aprendido la lección. La de darse cuenta que no necesita descafeinar su flamenco para abrirse puertas y también la de reconocerse como artista. Quizás, por eso, es ahora capaz de cantar mejor que nunca -como se terminó comentando a las puertas de la sala- o, mejor, quizás por eso es capaz ahora de hacernos disfrutar más. Porque, es cierto que llevaba la belleza de su voz en su maleta desde el principio, pero es que en estos momentos está cargada de aventuras y de conocimientos, como deseaba el poeta Cafavis que fuera el camino de Ulises a Ítaca.

Es decir, hablar del buen momento de Argentina es reconocer su trayectoria, admitir su evolución y rendirse sin pero alguno a su arte. A una amplitud y variedad de repertorio y de estilos (tangos, seguiriyas, martinete, malagueñas, cantiñas, fandangos, serrana, milonga…) que obliga al público a consultar el programa de mano. A unos preciosos tonos claros, precisos y serenos. A una elegancia en la puesta en escena impecable y, por tanto, a su nombre y lo que representa.

La cantaora entretiene, en el mejor de todos los sentidos, sin necesidad de levantarse del asiento ni de desmarcarse del flamenco ni de recurrir a lo histriónico ni siquiera de abusar de giros melismáticos que dirigen al aplauso fácil.  Ella, por contra, sale a cantar flamenco de forma honesta y rigurosa, como si nunca hubiese comprendido el significado de la palabra ojana. Y es esto, precisamente, lo que mantiene al patio de butacas en vilo porque nadie espera ningún golpe de efecto. Se trata simplemente -aunque éste sea aquí un mal adverbio- de escuchar y dejarse llevar hasta improvisando los coros de los fandangos alosneros, como sucedió en el teatro.

Todo además con el excelente compás de Los Mellis y el Torombo, que arrancaron oles a cada instante con sus entusiastas palmas, y con la inspiradora guitarra de Jesús Quevedo el Bolita que no sólo la acompaña sino que impone un necesario universo de imaginación y sueños donde se pierden las certezas de la cantaora. Un recital, en fin, que querríamos recorrer eternamente, se llame como se llame. Pedimos que el camino sea largo, como continúa el poema griego. Mas no apresures nunca el viaje. Mejor que dure muchos años.


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