Texto: Pablo San Nicasio
Fotos&video: Rafael Manjavacas
16 de julio 2013 – Jardines de Sabatini, Veranos de la Villa – Madrid
Baile: Fernando Romero. Artista invitado al baile: José Antonio
Cantaores: Miguel Ortega y Arcángel.
Dirección artística: Pepa Gamboa
PENITENCIA Y CATARSIS DEL DUENDE
Dante describió el Infierno con cierta fruición. Sus habitantes y sus rincones. Los círculos que jerarquizaban sus estancias y las obras y pecados de los que llegaban a ellas. Todo con la vigencia de un genio universal, la que sirve hoy, para dejarnos bien escrito lo que es el Limbo, la Lujuria y la Gula. La Avaricia, la Pereza…ya sabemos.
Es la obra del italiano llevada al flamenco y sus habitantes lo que Fernando Romero protagoniza con pesos pesados del arte jondo muy de su mano.
Impresionante pieza que pasa de la nada al todo en una hora y pico sin apenas enterarnos. Del total pesimismo y desolación ante una idea que promete una difícil traducción (y más en lo flamenco), a la luminosidad cristalina de la comprensión y el acuerdo colectivos.
La idea se basa en el collage con mensaje. Mientras la literatura y la trama dantesca llevan la música de los grandes maestros John Cage, Toru Takemitsu y Yoritsune Matsudaira, la música y las actitudes flamencas equivalentes corren a cargo de los “viejos” en música grabada, y los “jóvenes” en la misma tabla del escenario. Sin revolturas. Todo en su sitio.
Y es una idea de complejísima ejecución dancística y no menos dificultad cantaora.
Con un Fernando Romero como director de lidia y al que designamos con nominación al Oscar a la mejor interpretación dantesca, (la coreográfica ya la posee, vean su palmarés) la sección de baile se completa con un José Antonio como maestro y tutor virgiliano, que guía al pecador en su descenso a los infiernos. El contexto musical es al principio muy árido para el no conocedor de las vanguardias estéticas del pasado siglo, pero comprensible con el tiempo para todos. Entrelazados, pasajes de grabaciones musicales y entrevistas a grandes maestros del cante: Vallejo, Carbonerillo, Pastora, Pinini, Caracol, Mairena…y una idea común: la soberbia-vigencia de su siempre vehemente idea flamenca, el pesimismo y la autoalabanza como grandes pecados.
Porque, para demostrarnos que detrás de una edad dorada llega otra, aquí estaban Arcángel y Miguel Ortega, en una ajustada rivalidad en quites cantaores. Por todos los estilos, dos cantaores payos rendían pleitesía o ironizaban cantando por derecho (eso no lo sabremos nunca) tras los audios de Mairena y Caracol, que pregonaban el fin del cante gitano o el de los artistas buenos, respectivamente.
Grabaciones que todos conocemos y que hacen de este espectáculo un órdago al optimismo. Sobre la obra musical infinita de los grandes y sus conocidos pecados, que también eran humanos, el cante afinado y jondo de dos fenómenos de este arte impone su dignidad. También guitarra en mano y con más que solventes acompañamientos mutuos.
Sobrecogedora la facilidad de Fernando Romero para la unión de estéticas de baile, habilidosísima la elección de momentos y acentos. Hasta los perros en jauría se quieren llevar una buena tajada de un banquete que se programa de cuando en vez desde hace casi tres años. Aunque fuera entonces, en una Bienal muy pasada, es un espectáculo que merecía la pena traer. Porque nunca está de más saber de dónde venimos y a dónde vamos los flamencos.
Arcángel
José Antonio