Cante: Antonio Reyes. Guitarra, composición y dirección musical: Dani de Morón. Palmas: Antonio y Manuel Jesús Montes ‘Los Mellis’, Tate Núñez y Diego Montoya. Lugar: Cartuja Cite Center. Ciclo: Bienal de Flamenco de Sevilla. Fecha: Martes, 20 de septiembre. Aforo: Casi lleno.
La alteración, entiendo que intencionada, de los nombres de cantaor y de guitarrista en el propio folleto del espectáculo (Antonio Reyes y Dani de Morón primero, y Dani de Morón y Antonio Reyes después) aventuraban ya la filosofía de un recital que no era de cante con acompañamiento de guitarra, sino de guitarra con acompañamiento de cante, o viceversa.
Es decir, esta unión entre el chiclanero y el moronense que va a dar lugar a un álbum próximo, no deja de ser un intento mutuo de buscar nuevos sonidos y tesituras que enriquezcan sus propios discursos, a través de la escucha y la inspiración que cada uno encuentra en el otro. Así, al omnipresente Dani de Morón (al que hemos disfrutado ya en las propuestas de Patricia Guerrero y Rosario La Tremendita y veremos junto a Fahmi Alqhai) lo encontramos aquí más depurado y minimalista, también más vitalista y humano, respetando con sus silencios el cante lento y aterciopelado de Reyes y llenándole de flamencura con sorprendentes y originales falsetas que trataban de llevar al cantaor a otros territorios. Igualmente, agradecimos el renovado repertorio de Reyes y ese nuevo registro más limpio y refinado que le sentimos.
Sin embargo, este cantaor melódico y de inspiración perdió protagonismo -también en cuanto a la propia iluminación- frente a la sonanta poderosa del de Morón, probablemente el mejor guitarrista de su generación y uno de los más personales y virtuosos de la escena actual (¡qué manera de caminar por los extremos!). Y, en ocasiones, hasta nos gustó más cuando no se escuchaba nada (tampoco los incómodos golpes de un cajón mal sonorizado que retumbaba en toda la sala). Sólo su eco lastimero, fresco y sensible que tanto nos recuerda a Chiquetete, Paquiro o Panseco…
De hecho, pensamos, nos hubiéramos quedado largo rato cruzando ese puentecito de los tientosque él pasea como pocos. O respirando el aroma fresco de sus cantiñas o en esa seguiriya jonda, sin alardes ni efectismos.
Es decir, aunque suene paradójico, lo que más disfrutamos de esta sencilla propuesta fue deoír una voz y una guitarra calmadas, que buscan el pellizco que tanto echamos de menos en la Bienal, donde por cierto se programó este mismo martes a dos de los cantaores con más tirón del momento (Antonio y José Valencia).
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