Antonio Lizana es un saxofonista que canta flamenco. Lo conocí en el festival de jazz que montó en Jerez el amigo, tristemente desaparecido, Jesús Gonzalo, fue más o menos por el año 2013 o 2014 y Lizana ya mostraba las intenciones de ofrecer una amalgama musical con mucho jazz y mucho flamenco. Luego se trasladó a Madrid donde le vimos en el oficio de saxofonista con una buena banda de rythm and blues y con una magnífica banda de jazz gnawa: Gabacho Morocco Conection. Es un artista que convence con sus proyectos y que brilla en los encuentros con otros músicos. De hecho, ayer triunfó en la suma flamenca y en unos días presenta su quinteto en el festival de jazz con su disco “Una realidad diferente”. No es habitual que dos festivales apuesten por el mismo músico y es que Antonio tiene fans en todos los terrenos y en escena tiene “ángel”, eso que no se compra con dinero. Lo vimos compartir con Antonia Jiménez y Antonio Serrano en las sesiones guitarrísticas del Molino del Manto que dejaron un magnífico aroma.
El proyecto que presentó Lizana en la Suma es en formato de trío con José Manuel León, guitarra flamenca y Adrián Trujillo, percusión. El trío es algo que en el jazz impide que nadie se esconda, si alguien tiene una mala tarde el edificio se desmorona. Comenzó con unos tanguillos de Cádiz, su tierra, y luego hizo el estreno mundial de una composición por bulerías. Le dedicó una soleá a Paco de Lucía. La magia comenzó cuando entonó a pelo “La nana del caballo grande” deconstruida con interpretaciones de su saxo alto (¿o era el soprano?) dejándonos claro que ambas facetas (la del cante y la del saxo) pertenecen indisolublemente al mismo artista. Algunos pensarán que en este mundo de los cantaores hay unos cuantos que nos gustan más; pero ninguno de ellos lleva incorporado a un saxofonista de la talla de Lizana. Ocurre otra cosa más y es que el resultado de la combinación resulta muy pop. Lo malo del pop es que es un enigma dominado por un montón de leyes, las del mercado y las de Satanás, entre otras. ¡Grgrrgrrrgrrrrg!
Fue un concierto flamenco con matices, José Manuel León no se portaba como un tocaor, sino como un músico con muchísimos recursos al servicio de la canción sin empeñarse en que la guitarra suene por alegrías en las alegrías, de eso se ocupa el jefe mientras que el percusionista ayudaba al compás de un cajón con media batería. Antonio presentó “seguirijazz” como un truco para tomarse muchas libertades con unas seguiriyas que curiosamente interpretó aparentemente por el lado del canon. Ya ven, el firmante aprendió de Jorge Pardo y Diego Carrasco a escuchar las seguiriyas por Coltrane y Lizana está buscando otra manera de hacerlo.
El territorio del Flamenco-Jazz no deja de expandirse y es una fuente segura de nuevos espectadores sensibles a la MÚSICA con mayúsculas. En estos días han pasado gigantes de la guitarra como Gerardo Núñez y Niño Josele con su recuerdo a los maestros (de Chick Corea a Paco de Lucía), y están por venir Pablo Martín Caminero con su soberbio trabajo en trío sobre los guitarristas flamencos. Más tarde llegará Tino Di Geraldo que en el festival de jazz también ofrece música cubana, africana y rumbera “entre dos aguas”. Hay muchos artistas combinando ambas tradiciones: Pedro Ojesto, Chano Domínguez y Diego Amador, Guillermo McGill, Chico Pérez, Antonio Rey o el propio Lizana. Un estilo que lleva 40 años en construcción y cuyo mejor legado es que vive en libertad, sin reglas explícitas con cada artista buscando su camino. Por eso no es raro que en un concierto como el de Lizana el éxtasis llegue con el personal cantando debajo de la mascarilla “como si no hubiera mañana”.
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