Texto: Sara Arguijo
Fotos: Oscar Romero / La Bienal
Antonio Canales Dirección artística: Ángel Rojas Elenco: Antonio Moya, Carmen Ledesma, David El Galli, El Maera, El Polito, Herminia Borja, Luis Peña, Mari Peña, Paco Iglesias, Pastora de los Reyes, Pol Vaquero – – Teatro Lope de Vega – domingo 25 de septiembre
Triana está presente
Podría tratar de trasladar para quienes leen esto desde fuera de la capital lo que fue Triana y lo que es, lo que significa la pertenencia a un barrio en esta Sevilla de territorios independientes. Acudir a su indiscutible título de cuna del flamenco y a las imágenes más o menos tópicas de la pureza y la esencia que aún atesora quienes viven en el margen izquierdo del Guadalquivir. Pero, con todo, estaríamos haciendo una lectura sesgada y seguramente injusta porque, al final, como escribe Antonio Canales en el programa de ‘Trianero’, -el espectáculo que estrenó este domingo en la Bienal-, “Triana cabe entera en una simple maceta y el río Guadalquivir en un botijo colorao… pero a su vez, son inabarcables para cien millones de brazos que la quieran apresar”. Y a ver quién es el valiente que se atreve.
Lo que sí diremos es que la propuesta de Canales es un buen punto de partida para acercarnos y entender la complejidad, los contrastes y la profundidad de un barrio muchas veces recortado a tamaño postal. Al menos, para inmiscuirnos en la visión de quienes la representan en este presente. Qué es la cultura sino la memoria del pueblo, que diría Milan Kundera.
Es decir, con toda la carga de teatralidad y de escenografía de la obra del bailaor, quizás excesiva para un Lope de Vega, ‘Trianero’ es una sencilla muestra de la faceta más natural en la que se desarrolla y expande el flamenco. La que emplea este arte como vehículo para dialogar, discutir, mostrar cariños, rebelarse, liberarse, compartir… expresar la vida.
En este sentido, Canales emerge como guía espiritual para tratar devolver a los suyos las ganas de reunirse a compás aun sabiendo que no Todo es de color. Y lo hace dejándolos ser ellos mismos, desarrollarse. Creando una comunión de afecto sincero que fue la verdadera protagonista de la noche.
Así se fundieron las voces dispares de un David el Galli rotundo y soberbio en los martinetes y fandangos, una Herminia Borja selvática e indómita en la canción por bulerías que le pegó a Canales sobre los hombros y una Mari Peña temperamental y bravía por tientos, geniales además en toda la obra. Y se disfrutó de las inspiradoras y atentas guitarras de Antonio Moya y Paco Iglesias. De la franqueza y generosidad de Luis Peña y El Maera. Del contraste de fuerza que imponían El Polito y Pol Vaquero en sus papeles de verdugos. Por supuesto también de cómo bailó el sevillano por seguiriyas, soleares y tangos imponiendo su estilo único que nunca olvida la emoción, ni la pena ni la risa que requiere cada palo. Qué manos, qué caderas y qué espontaneidad.
Claro que si hubo dos triunfadoras esas fueron Carmen Ledesma y Pastora de los Reyes. Primero porque ambas, carismáticas y magnéticas, dieron una lección de entrega absoluta y actuaron con la tranquilidad y la sabiduría de quienes saben que las satisfacciones llegan cuando uno hace las cosas por gusto, para disfrutar. Después, porque la Ledesma es pura sorpresa, pura visceralidad, pura afirmación. Por seguiriyas esta bailaora levanta el brazo, abre su mano y paraliza de golpe las angustias. Por bulerías da un golpe de cadera y hace recordar de inmediato para qué estamos en este mundo. ¡Qué gustazo el paseíllo con castañuelas!
Y bueno, luego está Pastora -madre del artista- que en su debut sobre los escenarios (porque muchos aficionados ya la adoraban por los videos que cuelga Canales en Facebook) desató oles sin parar. Su humildad, su gracia natural, su seguridad, la forma en que meció con su voz las sevillanas o en que se movió por bulerías merecerían todas estas líneas para ella solita. Porque, queramos o no, a todos nos conmocionan cuando nos besan y abrazan con el calor que ella lo hizo.