Ángeles Gabaldón Jueves Flamencos de la Fundación
El Monte Jueves, 8 de febrero, 2007. Sala Joaquín Turina, Sevilla |
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CUESTIÓN DE TACTO Baile: Ángeles Gabaldón, David Morales; Cante: Juan Reina, Miguel Rosendo; Guitarra: Rafael Rodríguez. Texto: Rubén Gutierrez Cinco son los sentidos con los que contamos, pero si debemos destacar uno para el espectáculo flamenco de la compañía de Ángeles Gabaldón es el tacto. Sus manos fueron una de las grandes protagonistas en el estreno de su último montaje “Volantes de Jondura”. La bailaora sevillana nos presentaba anoche su última propuesta en la Sala Joaquín Turina, caracterizada por una apuesta por el flamenco de siempre. Después de exitosas producciones con denuncia social como la inmigración, el maltrato de las mujeres o la historia del flamenco, Ángeles se ha limitado a llevar a la práctica toda la sabiduría flamenca que corre por sus venas. Una apuesta por el flamenco de siempre con bailes sensuales y picantones. Premio Nacional de La Unión, Premio Nacional de la Crítica, prestigiosa profesora de academias y festivales, es normal que sepa bailar flamenco. Para ello no hace falta un alarde de imaginación para aventurarse por caminos experimentalistas, solo hace falta rescatar objetos del baúl de los recuerdos. Prueba de ello fue su primer número, unas sabrosas guajiras. Con la gracia y el arte que recorre el Malecón de La Habana que se recogen en las letras de este cante, Ángeles imprime su impronta con unos bailes muy sensuales y picantones donde los vaivenes de sus caderas y la suavidad del taconeo se ven eclipsadas por la técnica que atesora en sus braceos y principalmente en el movimiento de sus manos. Si a ello unimos la maestría con el manejo del abanico, como resultado obtenemos un gran baile que solo pecó, como es costumbre habitual en el baile flamenco, de una duración un tanto excesiva, pero daba gusto ver mover los volantes de su traje frente a la rigidez con la que sostenía el abanico. La voz ronca de Juan Reina y Miguel Rosendo colaboraron para dotar a este baile de un marcado carácter mulato. Su sabiduría se demuestra también a la hora de escoger un compañero que comparta su espectáculo. Uno desconocido para el que suscribe, como es David Morales, demostró igualmente su saber hacer flamenco. Que templanza a la hora de interpretar la soleá por bulerías, cual segundero de un reloj, sus pies se van moviendo sigilosamente para ir marcando los tiempos del compás, pero la vista se nos distrae igualmente con sus manos. Toda una carga expresiva que se conjuga con la belleza del vestuario, en especial su chaqueta corta de terciopelo color púrpura, y el poderío de sus pies en el remate del número. Cada vez hay mas interés en la Andalucía occidental por los cantes de la Andalucía oriental Otro compañero de fatigas de Ángeles Gabaldón es el tocoar Rafael Rodríguez, al que la generosa bailaora también sabe darle su protagonismo. Su particular forma de atacar la sonanta se ve reflejada en unas muy personales malagueñas, unas variaciones del famoso “Asturias” de Albéniz, que dedica a su madre presente en la sala. De este modo vuelve la bailaora al escenario. Cual muñeca de porcelana, su belleza se funde con su jondura para interpretar serenamente unos delicados tientos. Nuevamente los miembros superiores se convierten en protagonistas, marcando dibujos variopintos en el aire. Un nuevo receso de baile saca a luz el poderío de la voz de Miguel Rosendo. Nos sorprende gratamente con sus tarantos, lo cual confirma que cada vez hay mas interés en la Andalucía occidental por los cantes de la Andalucía oriental. Pero todavía nos faltaba el climax del espectáculo, la esencia de la escuela sevillana llevada a las tablas. Con una preciosa bata de cola blanca y un mantón de Manila de tonos anaranjados, Ángeles desarrolla un soberbio baile por alegrías. Se adueña de la bata y del mantón, cual malabarista, sus manos nos dan una lección del manejo de ambas prendas, eclipsando el buen hacer de sus pies, amén de un alarde de técnica con quiebros, giros y saltos que no son capaces de resquebrajar su porcelanoso cuerpo. Su inteligencia como bailaora se exhibe una vez más al adelantarse al público. No le deja pedir un bis, se lo regala. Fuera de programa, junto al bailaor David Morales, ambos donan al respetable un baile por bulerías, pero en esta ocasión es obvio que el protagonismo se lo llevarán los pies, lo que refrenda que ambos bailaores son conocedores de su oficio. Con el paso a dos final su estela se va difuminado por el escenario, pero su áurea se quedó con nosotros.
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