Se completó la segunda semana de Suma Flamenca con el baile de Ángel Rojas y sus “Conversaciones Pendientes”. Espectáculo de apenas una hora donde salió del cascarón el baile en estado puro.
No necesitó más tiempo el madrileño para dejar al personal pasmado. Embelesado con una historia que no es más que la suya propia, la de su vocación y su vida. Y ni eso, porque se queda en un simple apunte. Pero con una intensidad narrativa que hacen de este, sin duda, uno de los hitos de la Suma 2011.
Pese al brusco cambio de horario, conocido el día anterior, el teatro de la Abadía no se resintió tanto y la función echó a correr con una entrada interesante.
Montaje que desarrolla la idea del ciclo vital dinamizado por el arte y la vocación por una idea: el baile. Por bailar la vida merece la pena, aunque se acabe.
El argumento es sencillo, Ángel Rojas, ya sea de viva voz o en la reflexión, siempre audiovisual, de otras personas, ensalza lo que es el querer ser, el sentir y el vivir en artista totalmente libre. Con la guinda de su reciente paternidad como culmen de sus esperanzas vitales. Algo que, quizá, sí se sale del argumento esencial pero que añade aún más emoción, quizá gratuita, a su de entrada valiosa propuesta.
Es decir, es un monólogo de una hora sostenido a partes iguales por un montaje audiovisual con sus lagunas o puntos más o menos inconexos; alternados con las coreografías sencillamente soberbias del madrileño.
Arropado por dos cantaores-percusionistas, dos guitarras y acordeón-piano-violín (esto último en las mismas y primorosas manos) la intensidad y variedad estética resulta impresionante y contundente.
Más conocido fuera que dentro, de España y del flamenco, hablamos, es Ángel Rojas un artista completo. Largo, que también se dice. De expresión brillante, contundente. Su dominio del flamenco se sabía pero a la vez quedaba sesgado dado el perfil más “folclorista” de sus exitosas y populares obras colectivas. Aquí, sin embargo, se erige en figura de la flamencura de la cabeza a los pies.
Es además un amplio conocedor del baile clásico, ballet (en un momento dado sale con tutú) y de la danza contemporánea. Lo tiene todo.
“Conversaciones Pendientes” resulta equilibrada, envolvente y llena de recursos para hipnotizar: el humor, la originalidad, teatro, mucha sinceridad, grandes dosis de talento, la ternura y, queda dicho, algún que otro recurso de cara a la galería.
De nuevo el escepticismo previo se esfuma cuando uno encuentra sobre las tablas un artista que dice lo que piensa sabiendo lo que hace. Enhorabuena para los que estuvieron allí, sabían que merecía la pena adelantar la siesta.
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