MUCHO
RUIDO Y ALGUNAS NUECES
Rubén Gutiérrez
Foto portada: Manny Roca
Baile: Pilar Ogalla y Andrés Peña;
Cante: Inmaculada Rivero, Luis Moneo, Miguel Rosendo; Guitarra:
Javier Patino.
El ciclo de los Jueves Flamenco de la Fundación
El Monte toma un nuevo rumbo con la presencia de dos jóvenes
bailaores de la provincia de Cádiz. Nos referimos al
jerezano Andrés Peña y a la gaditana Pilar Ogalla,
a lo que hay que añadir que actualmente son pareja
sentimental, lo cual nos dará varias claves para entender
este espectáculo.
El público no llegaba a abarrotar la sala como en
días precedentes, lo que nos confirma que la afición
al flamenco, como a cualquier otra manifestación musical,
no terminar de cuajar sino es con una serie de nombres consagrados.
Para esta ocasión, el director artístico del
ciclo, Don Manuel Herrera, ha apostado por jóvenes
flamencos, que ya han demostrado su valía en otros
festivales, por lo que el publico no debería sentirse
defraudado con el espectáculo programado.
Este es el caso de Andrés Peña, el cual ya
nos dejó unas pinceladas de este espectáculo
en la pasada edición de la Bienal de Flamenco de Sevilla,
y nos dejó un buen sabor de boca, aunque la pasada
noche la producción, aún teniendo momentos muy
bellos, plásticos y artísticos, no terminó
de brillar. Un espectáculo es el conjunto de dicha
producción, y no nos podemos quedar con unas cuantas
pinceladas.
Estuvo bien arropado por los cantaores Luis Moneo y Miguel
Rosendo, y una desconocida para el que suscribe, Inmaculada
Rivero, pero que refrendó con el rajo de su voz negra
el porqué la han recuperado para el cante flamenco.
Una bella voz, acompañada del dominio del compás.
Esta producción un tanto minimalista se completaba
con la guitarra de Javier Patiño, que actualmente está
pasando por un gran momento.
Si no plantamos semillas, no tendremos
ninguna sombra donde cobijarnos y disfrutar del flamenco en
el futuro.
Principió la velada con una paso a dos por tangos
de Pilar y Andrés. En la pasada Bienal ella venía
como artista invitada, pero en el actual montaje comparte
la condición de cabeza de cartel. Entendemos que su
relación sentimental goza de buena salud, porque existe
una diferencia cualitativa entre ambos bailaores. Este primer
baile se destacó por su simetría, toda la serie
de movimientos estuvieron coordinados al milímetro,
era como un hombre que se mira en un espejo donde aparece
reflejado vestido de mujer. Un buen número para coeducarnos,
y demostrar que tanto mujeres como hombres son capaces de
afrontar este arte de la misma manera, sin distinción
de sexos. Un pequeño receso de baile nos conduce a
la interpretación de la malagueña de El Mellizo
que realiza Luis Moneo junto con Javier Patiño que
remata por rondeñas, buena ejecución para este
cantaor perteneciente a una de las familias cantoras con mayor
tradición de Jerez “DF”.
Vendría Pilar a ofrecernos un baile de su tierra,
con una bella bata de cola blanca, pero el número por
alegrías quedaría un poco deslucido por la larga
duración de los paseíllos, y el abuso de los
juguetillos por parte de los cantaores, los cuales se iban
alternando en la ejecución del cante. Posteriormente
llegaría uno de los bailes más emotivos de la
velada. La sobria y elegante farruca bien vale un espectáculo.
Despacito y a compás. Frase propia de otros estilos
pero que igualmente podemos acuñar para definir la
versión del jerezano.
Coordinados al milímetro…como
un hombre que se mira en un espejo donde aparece reflejado
vestido de mujer
La fuerza de los pies de Andrés, junto con la plasticidad
de sus brazos, y la utilización de pitos, palmas y
percusiones corporales se ponen nuevamente de manifiesto en
la ejecución del martinete. Utilizando un bastón,
a la antigua usanza, consigue sacar los sonidos más
negros de su tierra de la boca de Luis Moneo, aunque el posterior
taranto que acompaña este número quedará
muy deslucido en un cierre por tangos que efectúa Pilar,
que a nuestro entender sobraba.
Sólo quedaban los bailes de la tierra que les vio
nacer a ambos. Bulería y soleá por bulería
con una correcta interpretación, pero sin aportar nada
nuevo a lo que hoy en día se puede contemplar por los
escenarios del mundo. Mejor balance ofreció el cierre
del espectáculo. Nuevamente un paso a dos donde Andrés
y Pilar bailan al ritmo de los más ancestrales cantes
de este arte llamado flamenco. El romance se apodera de ambos,
y las rancias melodías van meciendo a los bailaores.
En esta ocasión no hubo bis, aunque siempre es positivo
que artistas jóvenes copen las programaciones de los
distintos ciclos y festivales. Si no plantamos semillas, no
tendremos ninguna sombra donde cobijarnos y disfrutar del
flamenco en el futuro.
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