José Manuel Gómez Gufi
El estreno mundial de “Yo le canto a mi baile” comenzó sin ceremonia, con las luces del teatro encendidas, el bailaor mira al público a los ojos sentado sobre una caja que porta el cartel de “No se vende”. Pocas pistas más hasta que exhala con la respiración entrecortada: “Esto es un marathon” y sentado frente al atril lee un manifiesto:
“Yo le canto a mi baile, resonancia de mi cuerpo. Vibración en sintonía, lucha en mis sentidos librando una batalla interna. Eco en mi retina movimiento en mi memoria, cante en mis dedos y en mi boca. Juego de la infancia y música en mis oídos. ¿seré libre algún día? ¿Se calmará mi delirio? Golpe de castigo que retumba sin sonido en mis huesos con un baile escondido”.
Andrés Marín canta y canta bastante bien. Pero llenar un escenario con su coreografía requiere un esfuerzo que entra en un territorio casi deportivo. Aquí juega un papel fundamental la iluminación del Voluble Benito Jiménez en un sobrio juego de luces y sombras en blanco y negro. Andrés Marín baila contemporáneo y lo que canta es flamenco aunque uno no está seguro que cumpla todas las leyes del compás de los palos que interpreta.
Cuenta con dos músicos el guitarrista Raúl Cantizano y Daniel Suárez a la batería que, a ratos, entra en perfecta sintonía con el bailaor y se desvela que hay ensayo y/o acuerdo para ciertas coreografías cuando las escobillas y los tacones marcan un mismo compás que podría ser de bulerías, claro que lo que baila Marín podrían no ser bulerías.
El percusionista se sitúa con su cajón de espaldas al público y nos quedamos con el interrogante; Marín no ofrece más pistas que las reseñadas y Cantizano toca flamenco en contadas ocasiones hasta dar la impresión de que juegan con un puzle en el que se mezclan -como en un sueño- lo flamenco y lo contemporáneo y, a veces, coincide una cosa con la otra y a veces no. Los juegos abstractos y/o surrealistas se suceden en pequeños detalles, unos ojos pintados en las manos, un rostro velado, dos cuchillos. La belleza de la propuesta va ganando al espectador atento y así durante uno de los instantes en los que el bailaor aprovecha para recuperarse de la paliza. Cantizano interpreta un composición como las que tiene en su disco “Mito y Geología del Canti” y cuando la cosa parece que va quedando bonita para el común de los mortales (sea flamenco o pelícano) deja tirada la guitarra eléctrica para que Andrés Marín le baile un zapateado a los zumbidos y así la guitarra eléctrica pasa de instrumento a cachivache.
Estábamos en esas cuando empieza a sonar techno (casi bakalao) Andrés Marín despliega una bandera española con la silueta de un toro y comienza a deambular por el escenario como si fuera una imitación del patinador Javier Fernández en una discoteca. ¡Viva la España Profunda! Gritan y a uno le vuelve el pasmo y un retrogusto como a vomitona.
Se acaba, saludan y Andrés nos agradece que hayamos compartido su paranoia. De nada, para eso estamos.
Video:
LOS VOLUBLE
Poco antes del estreno de Marín, Los Voluble ponían en escena “Flamenco is not a Crime” y cuando el cronista se introdujo en la sala estaba Lola Flores en la pantalla entrecortada mientras un montón de sombras movían compulsivamente las cabezas a ritmo de beats contemporáneos. Nada de lo que hacen los Voluble es original, todo es copia, desde el título (fusilado de la reciente exposición “El Graffitti no es un crimen”) a las camisetas.
Lo que hace que los Voluble sean necesarios es la combinación de todos esos elementos. Un montón de imágenes procedentes de la semana santa o de “Rito y geografía del cante” bailando al ritmo de lo que sea que esté de moda en el sonar y sí también aparecen Rosalía y la Piriñaca. Juntas, revueltas y a tope con los beats.
No he seguido de cerca las últimas tendencias en la música electrónica pero lo que hacen sonar Los Voluble no es ni lo último ni lo más moderno y así entre sombras y cabezazos se distinguen un montón de seguidores a punto de alcanzar el éxtasis con la mezcla, en la que uno no escuchó nada de flamenco además de la iconografía y algunos samplers.
Casi lleno. Como dijo La Chirigota del Selu: “tiene guasa, que tenga que venir una chirigota para agotar las localidades”.
Fotografías (MJ Lara):