Texto: Silvia Cruz Lapeña
Fotos: Oscar Romero / La Bienal
Javier Patino, Diego Villegas, Dorantes «Caravana de los Zincali» y José Romero. Colab. especial Dorantes. Cante: Miguel Soto «El Londro», Juan de Mairena. Teatro Central – La Bienal 27/09/2016
Un concierto bailado
Lo andaluz puede ser culto, sosegado y elegante. También el flamenco. Esa idea subyace en la trayectoria de José Romero, músico que intentó con todas sus fuerzas que el piano fuera aceptado como instrumento flamenco y que lo hiciera a lo grande. Y esa calma fue la que aplicó Anabel Veloso a Secreto a voces, obra que presentó en el Teatro Central de Sevilla y con la que ahondó en su condición de artista recordando al maestro sevillano.
Veloso es bailaora pero sobre todo, es directora de escena. Tiene un gusto fuera de duda para poner elementos sobre las tablas con mucho sentido. La de ayer fue, sobre todo, una propuesta musical. Y de qué nivel. Con la Orquesta Bética de Cámara, dirigida por Michael Thomas, el piano de Dorantes acompañado de Javi Ruibal y el cuadro flamenco compuesto por El Londro y Juan de Mairena al cante, la guitarra de Javier Patino, la percusión de Carlos Merino y los vientos de Diego Villegas sumó hasta 23 músicos en el escenario. El resultado fue un gran concierto con destellos como los que ofreció Villegas con la flauta o la ejecución de Fantasía del Levante Andalusí.
Desde el inicio hasta el final, Veloso mostró su buen ojo y su buena cabeza para la escenografía. Los audiovisuales estuvieron bien planeados, no como en otras obras flamencas donde son mero adorno sin función. Fue generosa y dejó hacer a los músicos, por eso todos tuvieron su solo y su momento.
En el baile, Veloso estuvo en su línea: bailó con elegancia, mostrando detalles de gusto en sus manos y en sus quiebros. El suyo es un baile contenido, medido: se dobla, pero no se despeina. Es otra forma de verlo, una más estilizada, más académica, sin furia. Bailó por guajiras en pantalón y por alegrías con bata de cola y mantón rojo, dándole a todo su toque. Dio la sensación de bailar poco y varias veces se fue de compás, pero se resarció en la “Caravana de los zincalí” que le tocó Dorantes y en la que estuvo deliciosa.
La presencia de José Romero, del que incluso se escuchó su voz en una grabación, no era casual. La idea del trabajo duro, del deseo de retratar un flamenco y una Andalucía fuera del tópico, también están en las propuestas de esta bailaora, que trabaja este arte tanto desde el corazón como desde la cabeza. Si el espectáculo era, como decía el folleto, “una forma de comunicar su momento actual”, puede decirse que Anabel viaja ya hacia otras cotas: las de dirigir más que bailar. Por eso, que fijen sus ojos los que empiezan o los que tienen buenos pies y mala cabeza: en Veloso hay una creadora llena de ideas, una narradora nata, figura que no abunda en la escena flamenca.