Texto: Sara Arguijo
Fotos: Antonio Acedo
Torre de Don Fadrique – Septiembre es Flamenco. Sevilla – Domingo 13 de septiembre de 2015
Nombre: Los Pasos Perdidos Idea original, coreografía y baile: Ana Morales Dirección artística: Ana Morales y David Coria Cante: Juan José Amador y Miguel Ortega Piano: Pablo Suárez Percusión: Daniel Suárez Colaboración especial: Salvador Gutiérrez Artista invitado: Miguel Ángel Cortés Participación de la Escolanía de Los Palacios Director musical de la Escolanía: Juan Manuel Busto
Ana Morales, la sutileza infinita
Como en la obra homónima de Alejo Carpentier, Los pasos perdidos de Ana Morales revelan un viaje iniciático en el que la bailaora va hurgando en sus entrañas buscando aventuras que la reconcilien consigo misma y con el mundo. Sólo que aquí el hallazgo no está en la selva del protagonista de la novela del escritor cubano, sino en el oasis que es para ella la danza. Y hasta allí fuimos todos.
El espectáculo que estrenó la catalana el domingo en la Torre de Don Fadrique nos meció y estremeció, como el viento que corría, para invitarnos al recogimiento en una suerte de travesía hacia nuestros anhelos. Así, ella bailaba y los demás, atrapados por la sutileza y la elegancia de la música y de los movimientos, íbamos regresando a la sombra -que diría Cernuda- sintiéndonos al mismo tiempo viudos de nuestro amor: el perdidoso y el perdido.
Pero no se asusten. Las referencias literarias son el fruto del efecto inspirador que ha producido la propuesta en la que escribe. Lo que ustedes verán sobre el escenario no es más –ni menos- que un trabajo profundamente bello y ‘de una ternura infinita’, como canta la voz hiriente de Juan José Amador en la vidalita.
Trabajo, decimos concienzudamente, porque en Los pasos perdidos no sólo está la capacidad expresiva o creadora de Morales, sino un sentido del gusto y un concepto teatral y dramático que permite que el elenco de primer nivel del que se acompaña despliegue al máximo sus virtudes. Las malagueñas al piano de Pablo Suárez, las jácaras de Miguel Ángel Cortés, la serrana de Miguel Ortega con la guitarra de Salvador Gutiérrez o la antes mencionada vidalita de Marchena que Amador hizo suya fueron aquí las varillas imprescindibles del abanico con el que la bailaora fue jugando de inicio a fin.
Evidentemente, en sus coreografías hubo mucho de su formación como bailarina y otro tanto de su energía bailaora, como demostró en las geniales soleares con bata de cola que situó ‘En mi centro’, o en los tangos con los que cerró. Porque todo eso es Ana Morales. La que es capaz de parar el tiempo alargando sus brazos o acelerarlo en la solidez de sus zapateados. Una artista contemporánea, meticulosa y aguda, que entiende la jondura como un proceso que pasa necesariamente por el corazón y por la cabeza. Habrá quien acuse en esto frialdad. Pero los amores, además de con pasión, se alimentan de detalles y razones. Y en esta ocasión, el público acabó entregado en vítores y aplausos.