La primera sensación al salir del espectáculo de Ana Morales es que acabas de vivir más de una hora en el vértigo sin que acabes exhausto. Toda la información que trasladan músicos y bailaores es nítida, sin enigmas narrativos.
El espectáculo se titula “Más que baile” y en un momento su creadora, directora y principal intérprete creo que proclama: “no solo bailamos, también respiramos” que uno interpreta como un aviso, que esto no va de bailaores enfrascados en el lema olímpico “Citius, altius, fortius” (más rápido, más alto, más fuerte) y que parece que se olvidan del arte. Es como la gimnasia artística, ves a Simone Biles y te da igual la clase de música que esté sonando.
Ana mantiene el credo artístico por encima de todo. Empezó dibujando formas geométricas en silencio, ángulos rectos frente al cubismo de Israel Galván… y antes de que pudiéramos comparar su musculatura con la de la gimnasta de antes, entró la guitarra de Francisco Vinuesa y el cante de Juan José Amador y todo comenzó a fluir como esos ríos de montaña que nos traen las aguas bravas. Ana Morales rema a favor de la corriente en el que todo el equipo se muestra comprometido con la manera de llegar a la meta. Ana se cambia de ropa en escena. Eso ya lo hemos visto antes, pero nunca los habíamos contemplado con tanto arte y tanta limpieza en gestos y movimientos.
Todas las coreografías llevan el aire de la originalidad y cuando se nos recuerda algo es, ni más ni menos, el magistral dueto entre Mario Maya y El Güito que abordan los bailaores Fernando Jiménez y Ángel Fariña. Aviso: hay distancias en el tiempo y los espacios con la leyenda. También hay que valorar el extraordinario entramado rítmico tejido por el batería Daniel Suárez.
Y llegamos a las aguas tranquilas protagonizadas por Juan José Amador un cantaor que ha sido llamado en los dos últimos siglos para cantar atrás y que la Morales sitúa en el centro del escenario para bailarle desde el espejo de las emociones y los gestos compartidos. Belleza en los ojos y en los oídos.
Ana Morales es premio nacional de danza 2022 lo que significa que ahora está dándose a conocer a un público más amplio. Mi primera noticia sobre su baile me llegó en el concierto que Jorge Pardo organizó como momento culminante del rodaje de la película de Emilio Belmonte “Trance” en la que la bailaora aparece con un minuto de magia y esplendor. No hay muchas danzantes comprometidos en la escena del jazz-flamenco.. Recordamos a Nino de los Reyes que compartió tacones con Chick Corea, Niño Josele y el propio Pardo. En general, no hay grandes giras y nuestras estrellas del jazz se mueven con audiencias y presupuestos menos generosos que en el baile.
En el jazz-flamenco no hay códigos tan estructurados como en el lenguaje flamenco, se improvisa de manera diferente y en este espectáculo no soy capaz de detectar el intercambio de fraseos procedentes del jazz… hasta que el segundo cantaor Antonio Campos aparece armado con un bajo eléctrico y el ambiente musical barrunta tormenta, la voz se torna grave y cavernosa y se entonan unas coplas de Lole y Manuel. No recuerdo qué se estaba bailando, la ruptura sonora había dado paso a una atmósfera heavy de alguien que ha renunciado a la psicodelia. Es el momento de mayor confusión narrativa. Ana Morales descuelga el último vestido, su última piel que desemboca en un guiño sexy y un final inesperado, creo. Ha llegado el baile en todos los sentidos.
ANA MORALES. “MÁS QUE BAILE”. Teatro Canal, Madrid. Festival Suma flamenca.
Ana Morales, dirección artística, coreografía y baile. Fernando Jiménez y Ángel Fariña, bailaores
Juan José Amador, cante; Antonio Campos, cante y bajo eléctrico; Francisco Vinuesa, guitarrista;
Daniel Suarez, batería.
Vídeos & fotografías @Manjavacas.flamenco
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