Pablo San Nicasio
Bendecidos
AMÓS LORA |
Guitarra: Amós Lora. 2ªGuitarra: Johnny Jiménez. Percusión: Antonio Losada. Cante y Palmas: Cristo Heredia, Antonio Villar y Rafael Jiménez. Baile: “El Carpeta”. Llamar precocidad a casos como estos resulta un desatino y una torpeza, de entrada. Estamos ante auténticos bendecidos de los dioses artísticos. Genios en el más amplio sentido de la palabra. Porque lo que primó la noche del sábado en Ciudad Rodrigo fue, ante todo, libertad creadora; y eso a los doce y catorce años de edad, por mucho que lo forcemos, no casa únicamente con el trabajo bien hecho. Aquí tiene que haber algo más.
Ciudad Rodrigo no es la cuna del arte jondo precisamente. Para qué vamos a engañarnos. La antigua Miróbriga es más bien un oasis medieval donde la piedra no ha sufrido los rigores de los siglos y el que pasea por sus calles puede trasladarse a cualquier momento del segundo milenio sin que la fotografía resulte especialmente diferente a la actual. Simpar localidad por belleza y hondas tradiciones, sobre todo culinarias y taurinas, donde el pasado sábado se (re) presentó “Cerro Negro”. Ópera prima de Amós Lora quien, veinticuatro horas antes, había deslumbrado a la concurrida afición de la capital del Tormes. También se llenó el Teatro Nuevo de Ciudad Rodrigo para el evento. Principalmente de juventud y afición gitanas que, al calor de algunos cantaores del cuadro, no siempre respetó los silencios requeridos para escuchar guitarra. Y se hacía imprescindible porque antes, en las pruebas de sonido, los técnicos no advirtieron lo que luego sucedería. Tanto la guitarra de Amós como la del inefable Johnny Jiménez, apenas despegaban del coro de jipíos y percusiones. Una pena. Único borrón de una noche que, está por ver, puede que con los años se recuerde como histórica. Cuando se hermanaron dos genios de la guitarra y el baile flamenco casi de la misma edad para elevar la moral de la tropa y adivinar laureles futuros al género. Amós Lora no es un prodigio al uso. Semejante palabro suena ya peyorativo en la figura de nuestro personaje. Su lucidez musical y primerísima calidad técnica le hacen mirar cara a cara a nuestros ídolos. Así de claro. Y ojo con las lecturas fáciles porque aquí ya hay mucha ciencia y materia de análisis estrictamente musical. Desde la minera inicial hasta su bis por fiesta de compadres, hora y media después, no se pareció a nadie tocando. ¿Qué me dice? Lo que oye. Incluso la falseta por bulerías que tomó prestada de Diego del Morao o el mismo “Zyryab” de Paco de Lucía, sonaron con personalidad. Eso, y que “Cerro Nuevo” es su debut como compositor. No se olvide. Guitarrista con repertorio de alegrías, rondeña, bulerías, soleá…de acompañamiento al baile, al cante (exquisito por taranta) y sobre todo solista. Sin buscar en ningún momento el circo, sólo la expresión y la coherencia. En seria pelea con el instrumento. Soberano picado, igual de limpio que el de los grandes, e impresionante solvencia expresiva, improvisadora y armonizadora. Yo, qué quieren que les diga, si esto les parece poco vayan a verlo y déjense llevar. Es probable que haya alguno que quiera hacer el ridículo y ver lagunas al chaval. Tontos hay en todas partes. Cuando crezca Amós, en lo físico, espero que el listo de turno se haya buscado refugio para taparse. Y “El Carpeta”. Caballero de fina estampa que pone en duda los parámetros de crecimiento, asimilación neuronal y motriz de los seres humanos. Dos apuntes, primero por bulerías y luego por alegrías. La transmisión genética de los Montoya a pleno rendimiento y superándose. Lo mejor del asunto es que se lo toman en serio. La ingenuidad de sus cuerpos, al que observa, se le olvida a las primeras de cambio. Ciudad Rodrigo sintió el toque y el baile grande, nada de juegos. Y resistirían cualquier mirada y escrutinio avieso. En otras palabras: sobrados. Sólo se le puede desear dos cosas a esta pareja de bendecidos. Mucha suerte (será la de la afición) y sobre todo, que les dejen en paz muchos años. |