Texto: Juan Verguillos
Fotos: Christopher Roybal
Hay muchas razones que explican el hecho de que el Festival Flamenco de Albuquerque sea el más antiguo del género en los Estados Unidos.
No en vano la ciudad comparte nombre con otra en el sur de España. La huella española es bien patente en Albuquerque: Osuna Road, García Used Cars o la mítica Old Town Plaza, fundada por los conquistadores, son algunos de los nombres que asaltan al viajero en una primera toma de contacto con la ciudad.
Una segunda razón, sin duda la más importante, es el trabajo apasionado, constante, entusiasta, de la familia Encinias en pro del flamenco. Fui testigo en el mítico y coqueto Teatro Kimo del taller de fin de curso del Kid Camp que dirige Eva Encinias, alma mater del festival, creadora del mismo, bailaora, directora, productora ejecutiva, relaciones públicas y, en esta gala, presentadora, cantaora y jaleadora de los niños y niñas. Los alumnos de Encinias tienen apellidos tan elocuentes de hispanidad y flamencos como Alma Montoya o Brooklyn McCulhan, todo un ejemplo de interculturalidad. Ambas alumnas recibieron emocionadas sus diplomas de manos de Encinias acreditativos de su participación con provecho en el Kid Camp, después de bailar por tangos.
La programación oficial de esta XXX edición del Festival de Albuquerque contó con una selección de reputados y jóvenes intérpretes de la danza flamenca actual. No tuve la posibilidad de ver todos los espectáculos. No obstante, quiero compartir con ustedes, sin el ánimo de ser exhaustivo, ni mucho menos, algunos de mis momentos en Albuquerque 2017.
Carmela Greco encontró un público muy receptivo para sus tarantos. La intérprete nos dejó estupefactos en su marcaje por tangos y levantó de sus asientos al respetable completamente entusiasmado. Después de los enrevesados y complejos juegos de pies de los jóvenes, estábamos en condiciones de recibir un baile sencillo, directo, con la emoción como motor único, sin aspavientos. El público de Albuquerque fue extremadamente sensible a la propuesta de Greco.
Rosario Toledo también encontró un espacio propicio para su propuesta en el Teatro Rodey. Un espacio escénico concebido para el teatro contemporáneo en el que el público se encuentra muy cerca. Bailó admirablemente, por supuesto, pero también ejerció sus dotes de notable histrión en una propuesta de danza teatro flamenco muy cómica.
El maestro Juan José Amador le cantó seguiriyas y bulerías fabulosamente a un Jesús Carmona muy concentrado y técnico en su propuesta de Ballet Flamenco ímpetu's. En ella gozamos a placer del paso a dos de Fernando Jiménez y Tamara López que bailaron el tema que da nombre a la obra, compuesto por Mario Escudero en los años 50. López es una de las bailaoras más completas de hoy, tanto en su faceta jonda como en la bolera. De hecho bailó esta bulería con zapatillas. Lo importante es que aporta carnalidad y profundidad a cada una de sus interpretaciones. Pulido hasta la médula, su baile es a la vez esencial y muy técnico. Aunar ambos conceptos está al alcance de pocos. Por eso López es, debe ser, una intérprete de referencia en nuestro tiempo. Lo es para mí.
Adrián Santana me sorprendió con su técnica impetuosa con el mantón. Es curioso que los complementos femeninos del baile vivan una edad de oro en nuestro tiempo en manos de hombres como Liñán o el propio Santana. El malagueño tuvo como referente en su polo a Antonio Ruiz Soler. Y no sólo estuvo a la altura, lo que es mucho, sino que aportó su manera personal, pulcra y brillante, de comprender la danza jonda.
El Festival de Albuquerque, patrocinado por la Universidad de Nuevo México, es uno de los pocos eventos de este tipo que concede un espacio amplio a la reflexión y a la investigación. Tanto es así que la última jornada de la edición de este año estuvo completamente ocupada por conferencias y exposiciones teóricas. Festivales flamencos de España ¿No os da envidia? Como señalaba antes el Festival de Albuquerque se mueve por el corazón pero no descuida la formación, a través de sus cursos y talleres, y la reflexión.