Espectáculo: Sola Guitarra. Guitarra: Alfredo Lagos. Lugar: Teatro Lope de Vega. Fecha: Lunes 19 de abril. Aforo: 20 personas.
En el imponente Lope de Vega no éramos más de veinte personas, periodistas y críticos incluidos. Todos buscando respuestas a la sinrazón de la falta de público en el día (un lunes), la hora (las 18 horas), la idea de programar todos espectáculos de los Giraldillos de la Bienal de Flamenco en una misma semana (con cierre perimetral y bolsillos vacíos), el dichoso bicho o el miedo aún mayor que da ir a ver un concierto de guitarra solista.
El caso es que en silencio aguardamos la propuesta de Alfredo Lagos y su Guitarra Sola, con la que venía a reivindicar que es su toque mismo el que merecía el premio, entre otras cosas porque el suyo es un discurso propio, rotundo y sabio o ¿es acaso un guitarrista menor el que logra sobresalir en un espectáculo que el que ocupa un lugar central en el escenario?
Quizás para convencer de lo errónea que es esta premisa el jerezano jugó con su colocación sobre las tablas iniciando el repertorio más clásico a la izquierda de la escena, continuando con el más evocador y melódico a la derecha y rematando con los palos más alegres con luz cenital en el centro. Como evidenciando que un buen tocaor lo es se coloque dónde se coloque y transmite acuda dónde acuda.
Así, sin estridencias ni efectismos, nos sumergimos en un recital exquisito y elegante en el que volvimos a recordar por qué nos gusta tanto este hombre. Primero, porque en Lagos están muchos de los maestros que tenemos en la memoria, pero logra un sonido (¡qué sonido por cierto!) absolutamente personal. Después porque sus dedos, ayer especialmente fuertes y veloces, consiguen notas limpias y claras. Y, sobre todo, porque nos trae un toque viejo que en él aparece fresco, moderno, completamente actual. Como si en el cajón de su guitarra se escondieran los ecos de tantas otras que estuvieron antes y sobres sus cuerdas se escaparan las de aquellos que llegarán. Por eso, no echamos de menos ni palmas ni coros ni nada que nos distrajera o nos echara de su riquísimo e inspirador universo sonoro. Que, al contrario de otros, dibuja imágenes y espacios tan cercanos como exóticos.
Como decimos, la suya es una sonanta creativa, versátil e inteligente, que huye de los recursos rítmicos y busca lo sugerente, lo detallista. Ya sea en el trémolo preciso, en el arpegio sutil o en el pulgar minucioso. Moviéndose sus manos en continuo contraste, entre lo terrenal y lo afectivo, entre lo honesto y lo canalla.
Nos quedamos con esa malagueña rota y dolosa con que abrió el programa y en ese remate por guajiras y bulerías en el que las luces se fueron apagando junto a su toque. Con total sutileza. Sabemos que fuera de los artistas y de la afición más atenta a Alfredo Lagos apenas se le conoce. Por eso, y por si sirve de algo para la próxima, aviso ya que no saben lo que se pierden.