Espectáculo: Venero. Baile: Águeda Saavedra. Cante: Pepe de Pura y Jesús Corbacho. Guitarra: Juan Campallo. Compás: El Oruco. Percusión: Paco Vega. Dirección artística: Mercedes de Córdoba. Lugar: Teatro Central. Fecha: Jueves 5 de octubre. Ciclo Andalucía.Flamenco
A Águeda Saavedra el baile se le desborda. Por esa melena que se le despeina pese a los lazos de colores con los que se la anuda o la trenza que le teje Pepe de Pura; por ese cuerpo que se le encorva; por esos pies firmes y veloces que parecen moverse solos; por esas manos furiosas que a veces se antojan garras.
Seguramente porque fue bailaora antes que niña, o igual nunca ha sido una cosa sin la otra, su baile, más que frescura, destila aridez. Como si hiciera mucho que aprendió la lección y viniera de vuelta de todo. Como si en su memoria guardara los archivos de todas las que le antecedieron y, de ahí, sus ademanes de antigua que, a ratos, nos deja pinceladas de Loli Flores, en las seguiriyas con palillos, o de hasta Carmen Amaya, por su presencia imponente y temperamento.
Por eso, a pesar de los ratos de distensión en los que se permite volver a la infancia y sonreír, en este recorrido vital que realiza en Venero, encontramos más rabia que sosiego, más duelo que desahogo. En este sentido, la primera propuesta en solitario de esta prometedora bailaora, que trajo al Central tras su estreno en Jerez, se adentra en los recuerdos, las intimidades, los desvelos y los sueños de la malagueña y descubre, como ya ha ido vaticinando en su trayectoria en el Ballet Flamenco de Andalucía o en compañías, su técnica sublime y su versatilidad (también para lo interpretativo). Arropada en el camino por la mirada sensible y maternal de Mercedes de Córdoba y por un elenco de figuras (el cante de Pepe de Pura y Jesús Corbacho, el compás de El Oruco y la percusión de Paco Vega), que aquí la arropan y la mecen con la cercanía de lo familiar.
Un relato narrativo, cargado de simbolismos, y de carácter teatral en el que las piezas se hilvanan desde lo musical, con la guitarra siempre sugerente de Juan Campallo, desde lo biográfico y desde el baile, en su caso, desbordante, pasional, frenético y arrebatador.
Quizás, echamos de menos, sentir a una Águeda más natural, que explore nuevos músculos y se permita romperse fuera ya del espejo inquisidor que todo lo nubla. Claro que para eso habrá tiempo.