En la suma flamenca madrileña
Es un cantaor singular e irrepetible, de los que rompen el molde. “En otro tiempo eso era ser cantaor” te dicen los colegas venerables. Salió el Pele sin ceremonias, directo al grano, apareció entre sombras mientras Niño Seve calentaba los motores del concierto. Luego comenzó a cantar -salvo error de percepción- por soleá con una copla sobre una Lola que se fue en barco a las américas y otras letras recurrentes. En esta primera fase daba la sensación de que el cantaor estaba dominado por la prisa por hincarle el diente al concierto como si fuera Bela Lugosi en Drácula atacando el cuello de una estrella adolescente del celuloide. Quizá por eso el concierto llevaba por título “A Sangre”.
Pidió permiso para quitarse la chaqueta y siguió mano a mano con el guitarrista, poco después alguien del respetable pregunto ¿habéis venido solos? Y es que en el programa figuraba un percusionista que no llegó a manifestarse. Me gusta la combinación clásica del cantaor y el guitarrista, aunque en esta ocasión hubiera modificado la ecualización. ¿Soy yo o la sala verde de los teatros del canal suena demasiado aguda y brillante?
Pele siguió cantando por derecho lo que parecía la malagueña de Enrique el Mellizo que uno detecta por que suena mismamente a los órganos Hammond B3 que saltaron de las iglesias a los garitos del soul (ya saben que existen dos explicaciones flamencas: en la primera Enrique el Mellizo entraba a refrescarse a la catedral de Cádiz mientras ensayaba un coro gregoriano y en la segunda se sustituye el coro por el organista). De las dos leyendas me quedo con la segunda que es la que tiene “groove”.
Pidió permiso para ser peculiar por alegrías. Uno asocia el cante por alegrías con el suave tirititrán de las olas en la bahía de Cádiz, la versión de El Pele parecía que estaba hecha en un día de tormenta con rayos pero sin truenos. Abandonó la silla y el micro para cantar a pleno pulmón los versos de Rafael Alberti que Morente grabó (tridimensional) para Nuevos Medios en la magistral, según Faustino Núñez “Si mi voz muriera en tierra”.
“Tenemos suerte de tener a un cantaor como El Pele” explicaba Jorge Pardo en los días en que el músico había grabado de forma memorable la soleá “estaba soñando conmigo y la deje dormir” en su disco “Metaflamenco. Djinn” (2016). Suena bien El Pele en disco, tiene el don de transmitir a los viejos aficionados y a las nuevas tendencias y -ojo al dato- es capaz de seducir al gran público (ese que con el chandal, o las mallas, es incapaz de distinguir en el “gym” unos tangos de unas sevillanas). Así que finalizó por tangos y pidiendo palmas (grrrrr, el respetable andaba escaso de compás) para entonar su última canción de éxito en el “Youtube” que lleva por nombre “No hay chusquela” y que nos remite al legendario “Vengo del moro” grabado hace 4 décadas junto a Vicente Amigo.
Para la penúltima se hizo el despistado y preguntó si el personal tenía algún cante que mereciera la pena rescatar de entre los de su carrera. La pregunta solo tenía una respuesta: La soleá y como en toda la noche tuvo momentos en los que te arrancaba un “uy”, un “ole”, dos “oooles” todos chiquititos, todos verdaderos y fugaces. Así que hoy voy a recuperar la que grabó con Jorge Pardo para pasar el día a gusto.
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